martes, 10 de agosto de 2010

La madre que los parió

Antes de ahora yo sabía lo que todo el mundo sabe respecto a los perros y no mucho más, pero aprendí y sigo aprendiendo mientras me divierto. Sabía por ejemplo que los pichichos vienen naturalmente predispuestos a ser afectuosos con el hombre (palabra aquí usada en sentido omnicomprensivo, es decir incluyendo a las mujeres) y en cambio no te bancan si sos mal bicho (lo cual no significa que sólo la buena gente tenga mascotas no señor, hay razones de espacio, tiempo, alergias etc que condicionan la elección); no me preguntes cómo pero eso lo sé y volví a comprobarlo cuando fui a buscar el cachorro que compré en Asturias acompañado de Juan y la dueña simplemente abrió las jaulas y salieron esas 10 moles llenas de dientes y rodearon a Juancho y le expusieron sus cuellos para acariciar en señal de sumisión como si lo conocieran de toda la vida. Ellos saben, no había por qué temer.



Sabía también que los perros son animales territoriales, aquello que uno entiende como propio es SU territorio donde albergan y protegen SU comida, SU agua, SUS crías, SUS hembras y SUS humanos, y se toman el trabajo muy en serio incluso poniendo el cuerpo si el guión lo exige. Y sin embargo hay manifestaciones de esa territorialidad que no conocí sino hasta transformarme en un experto recolector de soretes, grandes, como de un cristiano (si, a mi tocó digamos el hardware en esto de ser criador, pero a cambio no te levanto una cucharita de la mesa; un trato justo). Es un hecho que ellos, de tener el espacio suficiente, deponen perimetralmente sus heces por manera que a modo de señal olfativa de propiedad funcionen como advertencia para eventuales intrusos y lo hacen justamente en los flancos por donde cabría esperar la invasión ¿querés saber cuál es la parte vulnerable de tu casa? mirá donde cagó tu perro.



Alguna vez leí que ellos pueden memorizar y entender el significado de hasta 50 palabras lo que ignoraba es que pueden hablar mucho más que eso si uno entiende el lenguaje del cuerpo. En toda manada hay un líder y bajo él una trama de jerarquías que los demás conocen y respetan y es fácilmente reconocible para que no quepan dudas: Ernesto (el jefe de todo esto) es el único que camina con el rabo en alto como diciendo esta es la cola que hay que seguir, y el que mantiene la paz cuando la tropa se subleva. Y gobierna sin admitir cogobiernos pero sin oprimir ni sojuzgar y reconociendo a un sólo humano por encima de su autoridad. Si él te abre paso todos los demás también lo harán.



Ahora con las perras es otro par de botas porque ellas paren. Yo puedo ayudar disponiendo lo necesario para el evento pero no me pidan que cabecee, cada cual a lo suyo; la Tana, previsora, hizo el curso de criadora y creí, firmemente convencido, de que la naturaleza haría su parte; lo creí - decía - hasta la madrugada del pasado 8 de julio.



- ¡Pablo! (la Tana tiene una forma de decir mi nombre que presagia necesariamente la catástrofe; es un Pablo que uno espera seguido de "reventó el termotanque" o "nos invaden extraterrestres" o "vino una cuenta de luz de 10.000 mangos" y me despertó como el peligro a los mamados).



- ¡Ashi ya está pariendo!



El lavadero parecía el teatro de operaciones de Jack el destripador, había sangre (y otras sustancias de naturaleza repugnante) en los azulejos, en la paridera, sobre el suelo y en las manos de la Tana hasta el codo y ese olor a matadero. Ashi (primeriza) miraba con suma extrañeza ese amasijo sanguinoliento que acababa de expulsar y con el mismo gesto interrogante miraba después a la Tana como diciendo ¿y esto? y ella la confortaba mientras cortaba cordones y los ataba con hilo choricero. Me fui, demasiado para mis ojos, y la Tana reclamándome asistencia y yo tapándome los oídos con almohadones hasta que cedí y volví y me alcanza una palangana con las placentas - tirá esto a la basura - y yo (ni sueñes que voy a agarrar eso) ahí parado y Ashi que mete la cabeza en el tacho y se las come de un bocado y yo con las arcadas en la azotea le acerco el bebedero - ¿querés un poco de agua para pasar esa porquería, asquerosa de mierda? - y salí y esta vez no vuelvo ni con orden de juez. Uno a uno la Tana fue trayendo los cachorros a una caja al lado de la estufa hasta que todo terminó. ¿Terminó? No. Faltaba uno que Ashi parió y atendió solita bien entrada la mañana del día siguiente.



Y parido que hubo entendió fatalmente para qué tiene tetas.