Revisar mi casilla de correo todos los días varias veces se transformó en un ritual gozoso, el punto más alto de lo mío cotidiano por entonces. No importaba la hora ni lo que debiera postergarse; yo estaba ahí en ese espacio virtual y ella siempre acudía. Me hacía sentir (acompañado) bien.
Tanto desvelo hecho de puras letras condujo inevitablemente a la confidencia. Le conté de mis molinos de viento, de mis aspiraciones, de mis gustos, de todo lo que puede decirse sin quedar desnudo. Nunca aseveré falsedades aunque reconozco que alguna vez disinulé lo verdadero.
Ella habló de una pesadilla recurrente en la que era envuelta por una ola gigantesca y le hablé del terror esencial y primario que compartíamos a no tener suficiente tiempo. Respondió: "Si nuestra conversación, en lugar de con la palabra escrita, se materializara con la voz y la presencia, te pasaría un mate y haría silencio. Pero no el silencio del que guarda para sí, sino el de quien contempla. Un silencio que es asentimiento a la presencia del otro, en todo su misterio y originalidad". Me moría por aceptar aquel mate.
No era a estas alturas el intercambio trivial entre dos desconocidos, sin embargo su pregunta me tomó desprevenido: "me pregunto qué mirada completará tanta belleza escondida. Pensá en todas las flores, todos los animales, todas las piedras que nunca serán vistas. A quién se entregarán. Porque aún sigo creyendo, contra toda esperanza, que el sentido es donación de sí. ¿Vos esperás que haya una gran mirada que te rescate de recaer en el secreto o habrá muchas miradas, fugaces, como pequeñas salvaciones?".
(El sentido es donación de sí ... si era cierto yo estaba en problemas serios).
La idea no me dejaba en paz; presentía el salto como quien anticipa el rumor de un manantial sin verlo todavía. ¡¡¿Por qué, maldita sea, si todo iba tan bien?!!
Debí decirle más de lo que quería, confesarle mis tensiones entre el sentido común y las ganas que tenía de (encontrarla) conocerla. Pero en cualquier apuesta se puede perderlo todo en lugar de ganar algo. Hicimos un trato (pacta sunt servanda rebus sic stantibus): Mientras estés ahí, yo aquí para vos.
"Qué extraño modo de estar" dijo mientras comparaba nuestro mail con un cometa fatigoso de larguísima cola.
Ese día empezó (la angustia) el desasosiego (cierto drogón petulante que Sonia admira diría ¿has visto alguna vez caer la lluvia en un día soleado?). Estaba lidiando con un miedo nuevo, oscuro como una caries: si ella se decidía por el cansancio yo le perdería pista sin manera de rastrearla. Le conté de esa soga que me buscaba el cuello. Y ella: "Elijo cada palabra que te escribo. No por prudencia sino por placer. Porque sí. Y porque espero me respondas. También temo que un día no lo hagas, que te canses, que te aburras. Pero los que estamos ' en el medio' sabemos que todo encuentro encierra despedidas. Y que nuestra mayor fidelidad se la debemos al camino".
Silencio de radio, todo lo que diga puede ser usado en mi contra. Al día siguiente un mail con la frase "jaque mate" en el asunto transportó dos series de cuatro números cada una separados por un guión.
Ahora mi mundo se movía hacia adelante.
lunes, 14 de abril de 2008
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5 comentarios:
lo que puede siginifcar un número de teléfono...una especie de pasaporte a cualquier parte, claro, cualquier parte también podría ser la desilusión o las falsas expectativas...qué miedo...
qué triste y cierto lo que dice Monica, todo encuentro encierra despedidas..
pufhh
demasiado espeso para éstas horas de la mañana....apenas llevo mi primer café.
Un hoyo en uno, Luisa, acertaste! Tuve miedo, si, el rancho se me incendiaba y sólo tenía un balde de agua.
Bien. Esta chica sí que la tenía clara.
¿Se mandaron unasfotos antes de encontrarse?
No Ashi, nos conocimos en persona sin coordenadas previas (ni siquiera descripciones). Lo único que me había dicho en algún momento fué "tengo un gran cariño por mi cuerpo y le debo explicaciones".
Ay dale, contá contá!!
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