miércoles, 21 de noviembre de 2007

Conflictos presidenciales de alcoba

Ahora ya está resuelto. Antes del 10 de octubre pasado imperaba el secreto a cal y canto pero ya campean a plena luz del día los entretelones de la pasada elección presidencial y, los merodeadores de siempre, los incunables de la Administración Pública que hacen oficio de encontrar y sacar a relucir secretos, empezaron a desparramar sus tesoros. De casualidad me topé con uno, viejo conocido por ninguna razón en especial que ardía en deseos de contestar lo que nadie le pregunta. El me contó esta anécdota de cuya veracidad dudo.
Parece que el mutismo del Sr. Presidente durante la campaña proselitista de su señora esposa no fue su plan original (el de él, no el de ella). El hombre tenía firme intención de apoyar vehementemente la candidatura ganancial, sólo que dudaba respecto al mejor modo de lograrlo. Dicen que reunió a su énclave cercano para formular un mensaje dirigido a la masa de votantes, que agotara definitivamente la discusión y permitiera sortear los ataques mediáticos de la oposición. Pero puso algunas condiciones; a saber: no quiso que fuera un mensaje en cámara (reflexionando que el Pueblo estaría harto de ver desfilar prospectos presidenciales variopintos y aturdido de sus críticas y arengas), tampoco hacer referencia directa a sus adversarios políticos (para elevarse sobre la arena de la disputa) ni mostrar excesivo interés en la continuidad de la gestión (para resaltar el rasgo distintivo que lo separa del resto de la dirigencia vernácula y que es su aparente apatía por la perpetuación en el cargo). Con estas premisas puso a trabajar a sus colaboradores más entrañables.
Después de barajar varias alternativas, uno de sus funcionarios multiuso (que fué Síndico General de la Nación, Canciller, Diputado, etc) aficionado a la expresión literaria tanto como a las bebidas espirituosas, sugirió una idea del agrado presidencial: ¿Por qué no hablar con la ciudadanía en el tono llano y desenfadado de un soneto que sintetice el clamor del líder y sirva a la vez de oriente para los aún indecisos?. La pieza podría publicarse en diarios amigos de gran circulación en todo el territorio nacional, utilizando relativamente poco espacio publicitario (con la consecuente economía de recursos públicos) y evitando el mayor peligro en un escenario electoral frágil y pobre de ideas: la réplica; ya que nadie discute con un papel escrito.
Al excelentísimo le entusiasmó la iniciativa y uniendo la acción al pensamiento encomendó a su acólito la elaboración de un borrador de análisis. La idea fué cobrando fuerza con las sucesivas correcciones hasta que quedó cerradita con paquete y moño. Pero faltaba todavía la prueba final, el beneplácito de la primera dama.
Comentan que el estrábico primer magistrado de la República le mostró a su consorte, todo algarabía, los versos escritos en su honor (el de ella, no el él) unos tres días antes de la veda electoral (otra ventaja de la iniciativa era quedarse con la última palabra de la disputa política) y que ella, incapaz de interpretar el sentido y profundo significado del poema le armó tremenda escena y se negó rotundamente a su publicación, en medio de improperios ipropios (valga la redundancia) de una aspirante a conducir los destinos de la Nación.
La mañana siguiente Néstor llegó a la Rosada hecho unas bragas, echó a todo el mundo de su oficina, hizo un bollito con el poema y lo tiró en el cesto de papeles de Rivadavia. - Ma si - dicen que dijo.
Mi conocido (y favorecedor) me permitió espiar la hoja A4 arrugada donde se lee:

SONETO K

Hermanos de este suelo castigado
que padeceis con temple de espartano
el deber y derecho ciudadano
de elegir al futuro magistrado,

mientras mirais desfilar, desfachatados,
ante cuanto micrófono haya a mano
viejos sátrapas puntanos y riojanos,
gordas místicas e innobles consumados.

¡A esta nueva visión de centroizquierda,
junto a Cristina, Chávez, Lula y Evo,
a sumar las voluntades os exhorto!

Y si no quieren váyanse a la mierda
no sin antes chuparme bien un huevo
y métanse los votos en el orto.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Caras ...

Con los años se me van desdibujando los detalles de algunas situaciones vividas. No recuerdo sino el hecho principal y unas cuantas circunstancias conexas.
Lo que nunca se me va de la memoria son las caras que pusieron sus personajes en aquel momento crucial. Aquí la primera.

Pablo se ahogó

Recién llegados a Villa Gesell de vacaciones con mis padres y hermanos, cuando no era más que un caserío insulso junto al mar y todavía poco concurrido, nos pusimos mi hermano Gustavo y yo a ayudar a mi padre a descargar el auto y entrar las cosas al chalecito alquilado.
Estábamos a mitad de la tarea cuando Gualo (es la forma apocopada de gualicho, apodo con que nos referimos a él hasta hoy por ser más malo que dicho ardid brujeril), afrechudo por despuntar el vicio, me sugiere que larguemos todo y nos vayamos un rato a la playa. La idea me encantó y hacia allá partimos de malla y ojotas huyendo del radio de control paterno; serían las 5 de la tarde.

Dejamos nuestras pertenencias al lado de uno de los pilares del muelle y nos metimos nomás. Gesell es conocida por los bancos de arena que se forman pasando la rompiente de las olas y como nado muy bien desde chico me alejé bastante de la costa.

Gualo me perdió de vista (según él después de que me tapó una ola no volvió a verme salir) y empezó a cogotear buscándome. Como las distancias en el mar son engañosas no me encontró y empezó a desesperarse (eso es algo que sacó de mi vieja). Se dió por vencido y volvió a la casa presa del pánico.

Cuando me cansé de estar en el agua fuí a buscar mi remera y ojotas al lugar donde las había dejado y para mi sorpresa ya no estaban ahí. Quién puede ser el hijoderemilputa que se robó mis playeras pertenencias iba yo maldiciendo mientras caminaba descalzo, en bolas y empapado por las pintorescas callecitas de ripio que por entonces tenía la villa.

Unas dos cuadras antes de llegar me atajó un amigo de mi viejo y me suelta: Ah, estás vivo, entonces mejor buscate un lugar para esconderte porque tu viejo te amasija. Fido, ese era su nombre, siempre me había parecido un pelotudo, así que no le dí importancia al mensaje. No podía armarse tanta bronca por una huída furtiva de 2 horitas a la playa.

Caminé otra cuadra (ya con los pies en llagas) y veo a mi madre doblar la esquina con la cara desencajada. Se avalanzó con sus 110 kilos sobre mí y con la cara bañada en llanto y entre sonidos guturales me abrazó y me besuqueó histéricamente.

Segundos después apareció Papá en la escena y esa es la cara que recuerdo. Cuando me miró tenía el gesto perfecto para compendiar todas las emociones que lo embargaban al mismo tiempo: miedo irracional, desesperación y alivio profundo mnezclados con la típica ira descontrolada que, abatiendo los frenos inhibitorios de la psiquis humana, suele desembocar en homicido las más de las veces. El corría hacia mi y mi instinto de supervivencia me aconsejó alejarme en la dirección opuesta a la mayor velocidad posible. Que no fué mucha, así descalzo y sobre ripio. Me alcanzó y emitiendo un sonido constante e ininteligible (parecido a gggrrrrssssffffflllllsssss) me cagó a patadas para el campeonato.

Cuando volvió la calma yo era un sólo interrogante ¿qué carajo había pasado?. Más tarde me explicaba Mamá que Gualo, al perderme de vista, me había dado por muerto, así sin más. Recogió mis cosas (total los muertos no necesitan ojotas) y volvió a casa con la trágica noticia. Nadie dudó ni por un momento su historia y se montó de una el operativo rescate del cuerpo ahogado.

Más tarde me aseguré de compartirle a Gualo algún que otro cazote acumulado en exceso por nabo, jetón, meterete y alacahuete.

lunes, 29 de octubre de 2007

Músculo traidor


Típico del Negro Blanco. Mientras tomábamos cerveza un viernes después del laburo, sin que nada hiciera anticipar lo que vendría, se descuelga con un - anoche quise atender a la jermu y el amigazo me dejó en banda, ¿a vos te pasó alguna vez? -
Mirá Negro - le dije - ya somos pendejos grandes, a los 40 pirulos las hormonas no andan en una Testarossa, pero la verdad todavía le acomodo el cuerpo. Será el estrés, ya se te va a pasar, además no es la peor cagada que te puede hacer el que te jedi.
- ¿Ah no? - vociferó exhasperado - ¿y qué mierda le mata el punto?
Te voy a decir lo que me pasó una vez a ver si seguís pensando en sintonía trágica: Cuando tenía 20 años empecé a trabajar en un renombrado Hospital público de esta Capital como contratado para tareas administrativas. A los pocos meses, vaivenes políticos mediante, las autoridades decidieron incorporar a la planta permanente a todos los que, como yo, éramos contratados. Para entonces ya tenía mi grupo de amigotes y era bastante conocido.
Un buen día nos llaman de personal para darnos turno para el exámen médico preocupacional a todos los recién ingresados (seríamos unos 8). El día en cuestión nos presentamos en el sector de medicina laboral que funcionaba en el mismo Hospital para las pruebas de sangre, orina y placas de torax de rutina en estos casos.
Terminada la primera etapa nos hicieron pasar al sector de rayos donde nos recibió una técnica que estaba más buena que una tostadita con manteca y azúcar, con la que fantaseábamos cuando la relojeábamos en el comedor de personal. Era rubia, unos 30 años, y hablaba como Betty Elizalde.
- Pasen a la sala 2, desvístanse completamente y pónganse una bata de las que hay allí - nos dijo.
Obedientes nos sacamos la ropa y nos pusimos unas batas que eran para chicos (es un Hospital de Pediatría y no había tamaño adulto) que nos quedaba abierta por ambos flancos y teníamos que sujetar con las dos manos para no quedar en pelotas. Me acuerdo que entramos alardeando, a full con el disco rayado de nuestras mentes pajeras, soñando despiertos con las tetas de la rubia y alardeando sobre nuestras habilidades orales, pero así como estábamos, expuestos y vulnerables en medio de un pasillo transitado, se nos fueron aplacando los ánimos.
La rubia nos hizo esperar a todos en la misma salita donde estaba el aparato y pasamos de a uno mientras los demás hacíamos el aguante. Yo pasé en tercer lugar.
La rubia me dice - ponete bien pegadito a la pantalla con los brazos en asa - para lo cual tuve que soltar los extremos de la bata dejando a la vista casi todo lo que pudiera verse. La primera placa salió mal y la rubia retándome, me agarra por la cadera y me empuja suavemente contra la pantalla.
- Quedate así quietito rico y no te muevas -
La sensación de sus manos en el extremo austral de mi espalda, y su voz susurrante me trajo inesperadamente a la memoria lo que habíamos estado hablando con los pibes antes de entrar y sin poder hacer nada por evitarlo tuve la erección más grande, consistente y duradera de toda mi vida. Ella se hizo dueña de la situación y ante las risotadas de los vagos que esperaban sentados, volvía a insistir - así no, más cerquita - dándome empujones suaves mientras trataba de no morir estrangulado por mi propia virilidad y disimular la ostensible carpa que había levantado.
El corazón es un músculo traidor, dicen, pero no es el único, Negro. Desde ese día y por casi diez años fué la anécdota obligada en cada oportunidad que hubo.
Haceme caso Negro, no enojes al amigo y si alguna vez manca hacé la vista gorda por cada alegría que te dió.