lunes, 8 de febrero de 2010

I should have better know

Como dijo Don Corleone las mujeres y los niños pueden ser descuidados, los hombres nunca, pero qué me iba a imaginar. Fue mi responsabilidad, lo admito, pero hubo razón para relajar el estado de alerta.

Para empezar hacia fines de noviembre la Tana, advertida de la ausencia de noticias de madre Natura durante varios meses consultó a una especialista que, descartado el embarazo, no descartó sin embargo la posibilidad de encontarnos ante los primeros escarceos de la menopausia y recomendó dejar de tomar anticonceptivos hasta aclarar el panorama. A la confusión general se sumó el horizonte próximo de las vacaciones, época en la que todo el mundo sabe que los apetitos afloran en proporción inversa al sentido común y en la que fácilmente caen en saco roto las admoniciones de adquirir hábitos de prevención olvidados en la adolescencia; no hay caso un perro viejo no aprende trucos nuevos. Un consejo chicas, en vacaciones hay que revalorizar el concepto de "NO" si se quiere evitar males mayores.

De alguna forma fui advertido, durante una de esas siestas veraniegas soñé que la Tana paría una niña, pero yo seguía en mi olímpica nube de ignorancia pasando por alto todas la señales luminosas que se alzaban ante mis ojos: Lolita (sin saber una sola palabra) empezó a jugar con un muñeco (símil de recién nacido) que tenía olvidado hacía tiempo, Goyito comenzó a mostrar un inusitado interés por los bebés y Jacinta siguiendo a la Tana hasta la puerta del baño y maullando como una enajenada hasta que la ve salir. Cierto, debí haberlo sabido mejor y si no mejor por lo menos antes.

El caso es que hace unas semanas, apenas colgué el teléfono (hablaba con Juan) la Tana me ataja en el jardín y me dice: "Vas a tener que volver a irte solo a España", subrayando la sentencia mediante la exhibición de una tirita reactiva de Evatest que ostentaba descaradamente ambas diminutas implacables paralelas rojas.

Ya no estamos para esos trotes, eso por comienzo, ni ella se veía a sí misma despertándose a la madrugada para dar de mamar ni yo encontraba resquicio donde acomodar la rutina de un bebé en nuestra apretada agenda, claro que esas fueron nuestras consideraciones, la nueva vida por venir tendría sus demandas y a joderse, a poner el cuerpo. Los médicos aportaron también su cuota de temores pronosticando con esas palabras que usan para meter miedo en la gente (embarazo de alto riesgo, padres añosos, viabilidad, estudios genéticos y dulzuras por el estilo), y otras vueltas de rosca que la Tana en su profunda fe y yo con mi obstinación terca nos negábamos a sopesar. A los casi 44 años que tengo ha de pasar un evento cataclísmico para poner mis actos en abierta contradicción con mis convicciones, o lo que es lo mismo tengo razón aunque esté equivocado.

En eso estábamos, hasta que esta mañana una ecografía mostró que se trata de un embarazo no evolutivo, un saco vacío de vida, una falsa alarma, parece que la naturaleza fue la única prudente en esta historia y nos deja con esta sensación a medio camino entre el alivio y la melancolía.

Bueno, al menos no tendré que volver solo a España.