lunes, 26 de enero de 2009

Viñetas playeras

I

Lola: Papá ¿por qué los grandes usan escarbadientes y los chicos no?
Yo: Porque a los chicos que usan escarbadientes se les separan los dientes y se les caen.
Lola: Pero es peor para los grandes porque a los chicos les crecen dientes nuevos y a los grandes no.
Yo: Sabionda.

II

Lola: Papá ¿por qué ese señor (un bañero apolíneo) tiene más músculos que vos?
Yo: La verdadera fuerza de un hombre, m´hija, está detrás de su frente.
Lola: No, porque con la cabeza no se puede levantar cosas pesadas.
Yo: Ahá.

III

Lola: ¿Por qué a los viejos les gusta aburrirse?
Yo: ¿Por qué decís eso?
Lola: Porque los abuelos no se meten en el mar, se quedan todo el día en la carpa.
Yo: Porque las personas mayores se divierten de otras formas.
Lola: Si, de otras formas aburridas.

IV

Lola: ¿Me sacás la arena que me quedó en la malla?
Yo: Cuando lleguemos a Buenos Aires tu madre te la saca.
Lola: Nunca salimos de Buenos Aires.
Yo: Ya sé lo que pasa es que hay una ciudad de Buenos Aires y una provincia de Buenos Aires.
Lola: Pero nosotros no vivimos en la ciudad de Buenos Aires, vivimos en la provincia y nunca salimos porque Mar del Plata queda en la provincia de Buenos Aires igual que San Fernando.
Yo: Terminala.

martes, 13 de enero de 2009

El día que hablé con Dios - Fin

Mi madre, como la de Juan, había bebido un sorbo de anodina Coca Cola pero bien lejos estaba del rictus de la derrota, más bien pensaría para sus adentros dónde pude haber escondido la otra bebida. Y es que no es mujer de abandonar la lucha, seguía y seguía con sus amenazas de lavar sus toallas aparte, de desinfectar los baños de la casa con fluído Manchester, de quemar nuestros colchones y de expulsarnos uno a uno del sacrosanto hogar si seguíamos por la senda equivocada. Mi tía, va de suyo, no le iba en zaga; mis primas, a su turno, tenían la morbosidad en el pico cúlmine.
Para mí el tiempo transcurría obstinado, inclemente, traidor, sin que se me ocurriera puta idea de cómo salir de aquel brete. Es sabido que la desesperación es pariente de la contrición, levanté el teléfono rojo y prometí al Altísimo toda clase de sacrificios personales y enmiendas a cambio de una oportunidad, una sola remota y mínima posibilidad de postergar por un rato mi entrada triunfal al Hades. En eso estaba cuando como de rayo me vino la inspiración: ¿qué haría Mao Tse Tun en una situación como esta? pues usar la fuerza del enemigo en su contra (la del adversario lógicamente, no la suya propia de él). Y ataqué.

Por aquellos días se habían puesto de moda los Pool (unos billares con buchacas por donde escurrir las bolas en juego) en Buenos Aires, y como toda novedad, atrajeron la audiencia adolescente. Entre esos locales de esparcimiento, uno en particular del cual era habitué mi hermano Gualo, concentró las sospechas de mi madre. Parece que en algún lado oyó que allí corría droga y que sus dueños eran dealers narcos; no importa cuánto de cierto hubiera en el chisme, mi madre abrazó la cruzada personal de impedir que cualquiera de sus retoños pisara ese antro de perdición.

- "En lugar de perseguirme a mí que sólo estaba durmiendo la siesta, deberías preocuparte por Gualo que está jugando al Pool en La Palmera (así se llamaba el boliche en cuestión)".

Un efecto similar a lo que ocurrió podría esperarse de amontonar paja seca, madera menuda, carbón y leña y acercar un fósforo. La frase bastó para que las llamas se alzaran hasta el firmamento en aquellos ánimos inflamables. Mi tía, amiga como pocas de los molinos de viento, encorajeaba a mi madre a ir hasta allá, sacar al cristo de los pelos y llevar a la policía, gendarmería y prefectura nacional a clausurar el establecimiento corruptor de menores inocentes.

La verdad es que yo ignoraba por completo el paradero de mi hermano pero las grandes gestas exigen grandes sacrificios (preferentemente no el de uno), la ecuación suma cero, no hay sistema que no tenga perdedores. En todo caso, hablábamos de diferentes magnitudes de desastre: una cosa es jugar al pool y otra muy distinta mancillar el hogar paterno.

Ahí seguían las viejas dándose manija mutuamente, pero el mate recién empezado tenía todavía para un par de vueltas más y tiempo era precisamente lo que no me sobraba. Fuí al baño a ver como andaba todo por ahí; no puedo ni empezar a explicar el pánico que tenía esa chica a quién su padre reclamaría en la puerta del club en no más de veinte minutos. Fué trabajoso convencerla de no salir y destapar la olla, creo que entre cosas (promesas de matrimonio y veneración eternos primero) mencioné la posibilidad de estrangularla con mis propias manos si movía un sólo músculo antes de tener luz verde.

Finalmente se armó la cuadrilla de rescate del pudor y las buenas costumbres, allí iban las dos viejas escoltadas por mis primas a enfrentar a Pablo Escobar en persona y su séquito. Cuando doblaron la esquina y no hubo moros en la costa, liberé a la cautiva, quien, apenas a tiempo, llegó al club antes que su padre.

Había todavía cabos sueltos y el inmenso alivio que me invadía no soslayaba sin embargo la imperiosa necesidad de anudarlos.

Encontré a Gualo plácidamente acomodado en casa de un amigo mirando un partido, en absoluto ignorante de la tremenda maldición que se cernía sobre él. Le conté todo, "solidaridad la que quieras - me dijo - pero esto te va a costar". Y me costó, en dinero, en revistas de esas que no le mostrarías al párroco del barrio, en préstamos de ropa y zapatillas, en encubrimientos, etc, etc, etc.

Por la noche, Gualo hizo valer su coartada y yo tuve el sídrome del testigo falso y su trilogía clásica; no lo sé, no me consta, no recuerdo. Mi madre por supuesto insistió pero no hubo caso y el asunto terminó sin condena para nadie.

Pero siempre que se gana algo, se pierde también (la ecuación suma cero he dicho), la cofradía de hermanos se fortaleció quedando a fecha de hoy todavía impagos algunos saldos debidos a Dios Nuestro Señor por su magnánima indulgencia. Y no es que la perspectiva de los años transcurridos desde entonces (que son varios por cierto, ya es causa prescripta para nuestras leyes) haya tansformado los hechos narrados en pecata minuta ni - válgame Dios, justamente - yo haya olvidado mis deudas con el Creador.

Acontece que, salvando el foso de los leones y la crucifixión, no se me ocurre un modo más hospitalario de honrar mi deuda.