miércoles, 1 de abril de 2009

Crónica de una muerte anunciada

Mark y yo llegamos a odiar visceralmente a Mónica Juknat, hasta donde un chico de 6 años sea capaz de odiar. Se lo ganó en buena ley y sólo le tomó el año que se tarda en pasar a segundo grado.

En su favor puedo decir que tal vez no era la peor de todas, de hecho Frau Müller, la de tercero, impresionaba (con toda justicia) como la hija bastarda de Hitler y la Yiya Murano, pero la Juknat - bien cretina graciadió - era la maestra que nos había tocado en carne propia y en suerte, mala suerte donde la hubiera. Como marco de referencia vale aclarar que el concepto "derechos del niño" no formaba parte de la currícula obligatoria del magisterio hace casi 40 años, pero tanto da que lo fuera, porque pocas chances habría tenido una maestra instruída en derechos humanos de ser empleada en el colegio alemán al que mis padres me mandaban.

A Mark y a mí nos unía el espanto, ambos teníamos en común cierto talento innato para provocar su ira por mucho que nos empeñáramos en pasar inadvertidos. Para empezar llegábamos tarde a clase y ella lo tomaba como una afrenta personal deliberadamente enderezada a menoscabar su autoridad docente y para continuar sus clases nos embolaban en grado sumo al punto de hacerse evidente. Realmente no me molestaba la cotidiana referencia a mi persona como "la manzana podrida de la clase" (en ingeniosa y originalísima alusión a mi apellido) tanto como sus gritos destemplados y su afición a zamarrearme de los hombros. En fin, una bruja pérfida peor que la de Hansel y Gretel.

Una tarde Mark me confesó su secreto deseo de asesinarla y me pareció bien, una idea de indiscutible lógica, una empresa digna de concitar la mayor mancomunación de voluntades y esfuerzo, decididamente una misión de vida. Había cabos sueltos en su plan, hay que decirlo, pero era una propuesta tan encantadora, tan movilizadora, tan perfecta en sí misma que cualquier objeción le quedaba chica. Él se puso a trabajar en el método de extermino, yo revisaba sus ocurrencias y pulía los detalles.

Esperaba con ansia el recreo de las tres para enterarme del modo (cuanto más letal, insidioso y cruento, mejor) en que nuestra archienemiga dejaría el mundo de los vivos.

- Inventé una píldora venenosa que cuando la tome se muere - me decía Mark

(Ahh, ya podía verla ahogándose en espuma una vez que tragara la cápsula de antibiótico que Mark había vaciado reemplazando su contenido por jabón en polvo)

- ¿Y cómo haremos para que la tome? - contestaba yo rogando que hubiera pensado en ese pormenor.
- Bueno, si eso no funciona tengo esta jeringa (y la tenía porque su padre era médico) la llenamos de kerosén, se la inyectamos y se muere - replicaba Mark
- ¿Y no se dará cuenta? - dudaba yo.

No terminábamos de redondear los aspectos incidentales de aquel homicidio justiciero pese a que la indudable repercusión benéfica del evento (sobre todo para nosotros) nos tenía concentrados y laboriosos como hormigas.

(¡¡¡HORMIIIGAAAS!!!, CÓMO NO SE ME OCURRIÓ)

- Lo tengo Mark, juntamos muchas hormigas, las ponemos en su silla, se le meten por el culo y la devoran por dentro hasta dejar sólo los huesos pelados, lo ví en la película "Marabunta" - le dije eufórico.

Mark sonreía con alegría genuina, exhultante como quien ganó la lotería. Parece que él también había visto la película en Matiné como en el cine de canal 11 el sábado anterior.

- Empezamos a juntar en el próximo recreo - me dijo.

Y eso hicimos. Compramos una bolsita de palitos salados y la comimos en un instante a fin de disponer de un recipiente que contuviera a nuestras silenciosas y letales cómplices. El recreo no alcanzó más que para reunir 6 o 7 de ellas pero estábamos muy entusiasmados, el plan cobraba forma con la ventaja adicional de la impunidad; al fin y al cabo se la comerían las hormigas, ellas solitas y por su propia cuenta. Guardé la bolsita bien cerrada bajo la tapa de mi pupitre junto al resto de los útiles y me puse a imaginar la escena de la masacre.

Mark estaba que se salía de la vaina, murmurador, inquieto, no paraba de reirse hasta que llamó la atención de la Juknat quien a los gritos pelados lo reconvino por su comportamiento con saña tenaz.

- ¡Sígame gritando - dijo Mark - sígame gritando nomás, ya va a ver cuando Manzano (o sea yo) le ponga las hormigas que juntamos en el culo!

(Juro que en ese momento, la magnitud de la calamidad que se cernía sobre mí me impedía discernir si lo que estaba oyendo salía de la boca de Mark o de mi imaginación. Era como si le estuviera pasando a otro alumno lo bastante pelotudo como para intentar amasijar a la maestra y ser puesto en evidencia por su propio secuaz).

- ¿Manzano va a hacer qué cosa? - dijo la Juknat mientras levantaba la tapa de mi pupitre para descubrir la bolsita de las hormigas, a esta altura achicharradas por la sal y el encierro.

Nos echó del aula a ambos y pude observarla mientras escribía en mi cuaderno de clases una mala nota dividida en libros, partes, capítulos, secciones y artículos, con expresa citación de ambos dos progenitores de uno bajo pena de impedirme el ingreso a la escuela al día siguiente.

Fué la crónica de una muerte anunciada, la mía por supuesto, cuando llegué a casa me pegaron hasta los vecinos.

18 comentarios:

Luisa dijo...

TARADOOOOSSS!! jajajajajaa
...pero inofensivos.
Estoy más que segura que el niño manzano y la morena (jijadesumadre)hubieran hecho muy buenas migas...(pero por eso Dios,no le dio alas a los alacranes)
¿te imaginas??, la espada de damócles, sería una astillita a nuestro lado.
A mí me quedan pendientes algunas Juknat's que se me fueron vivas...
(parezco Pinky y Cerebro: Tratar de conquistar el mundo!!).
Sí, ya me callo.

Linda dijo...

JAJAJAJAJAJA!! Así que eras la manzana podrida?, a mi me toco ser la escoria,y en tercero de secundaria, osea a los 14 años, me acuerdo que le pregunté a la profesora Griselda...Y que significa eso? y me dice.. no sabe??? (porque nos hablaba de usted, pero nos insultaba)pues es LO PODRIDO DE LO PODRIDO!!! todo el salón se hechó a reir, hasta yo.
Después no se que grosería hice que me dijo...donde la siento...ya se y puso mi banco junto al bote de basura pegado al pizarrón, después se puso a decirle al bote...Perdóname bote de basura por ponerte a Deyanira junto a ti.
Pero sabes algo Pablo, al final del año la maestra me quiso mucho y yo a ella, aprendí mucho de ella, y la recuerdo con cariño.
La maestra me decía Deyanira, porque es mi segundo nombre y decía que no me quedaba el nombre de Linda, que porque de Linda no tenía nada,un dia le contesté... pues de perdido tengo el nombre, usted ni eso tiene, aunque el suyo si le queda, porque tiene el alma gris, por eso se llama Griselda.
Imaginate como me fué...

Ashiku dijo...

Pero es que esa mujer era Eva Braun escapada del búnker.

Para variar me acordé de un cuento, en el que dos hermanitos planean matar a su institutriz alemana, igualita a tu maestra. La envenenan en una cena con un veneno inventado y se arrepienten, uno sonríe anticipando un final en el que a la mujer le agarrará un cólico a lo sumo y ellos serán ultra castigados... Peo amanece muerta la tipa, de 40 cuchillazos que le dio un amante contrariado.
Los chicos, claro, se sienten asesinos.

Pablo dijo...

Ni tan inofensivos, Chamaca. Años después cuando estudiaba las etapas del iter criminis me di cuenta que de chico había actuado con dolo de homicidio, realmente quise verla muerta aún sin saber bien de qué se trataba la muerte.
Por suerte fué lo que los penalistas llaman una tentativa inidónea y como tal impune.
(Pero aquí entre nos, esa perra se lo merecía).

Pablo dijo...

Linda Deyanira estuviste grandiosa! Griselda, la del alma gris, y no se lo mandaste a decir.

Pablo dijo...

Si Ashi, mala como valium con ginebra. Recuerdo que mi madre (me lo dijo mucho después, claro está) le preguntó a la Juknat por qué creía ella que era capaz de inspirar semejantes sentimientos en un chico de 6 años.

*La Casalinga* dijo...

Insisto: es una suerte, sobre todo para la Juknat, que no hayamos coincidido en la misma aula, mismo colegio...

Ashiku de De la Vulva dijo...

¿el mismo aula no será?

Julieta dijo...

Mirá que eras bravo ,Pablito ,menos mal que nunca fuí tu maestra...Pero a mí los chicos me querían ,en el recreo me agarraban de la mano ,pero ahora que lo pienso ,quizá querían inyectarme algo en ella ..Uh...destruíste mis ilusiones ....Un beso..

Dosto dijo...

Pablo, a los seis años??? lo tuyo si que es grave.
Dicen estos señores que pases por aquí, tienen un chalequito blanco que quieren que te pongas...

Martín dijo...

Pablo, deduzco que sos de origen alemán por parte de madre, perdón si me equivoco =S

Pablo dijo...

Sonia, si así hubiera sido a esta altura la Juknat era historia.

Pablo dijo...

Ashi no me lo dejes sin trabajo al amigo De la Vulva (me refiero a Don Víctor por supuesto).

Pablo dijo...

Julieta ¿nunca te sentaste sobre una chinche? bueno es porque sos buena gente; la Juknat en cambio era de la corriente combativa del gremio.

Pablo dijo...

Dostito no hace falta, con la medicación ando lo más bien.

Pablo dijo...

Así es Martincho, soy el nieto de los viejos Heinze.

Juan dijo...

Y, ¿seguiste siendo amigo de Mark, el traidor?; porque muy bién pudo haberse callado-aunque igual las dimensiones épicas del asunto implicaban hacerlo juntos y caer juntos.Por otro lado, amigo, quedémonos con la imagen que yo siempre he tenido de la mujer alemana: ¡tetona y con doce jarras de cerveza en la mano!

Pablo dijo...

Sabes Juan? siempre he pensado que lo de Mark no fué traición sino más bien un desborde de entusiasmo afianzado por su exceso de confianza en mi plan. Claro que seguimos amigos.
Ahí tenés algo a favor de la Juknat, rubia, bonita y tetona, eso sí, sin cervezas a la vista.