martes, 27 de mayo de 2008

Con todo respeto

Podría pensarse que dije lo dicho con toda intención de incomodar, incluso de ofender, pero la verdad verdadera es que las ocurrencias nefastas se me dan como las coplas cuando ni siquiera estoy interesado en la conversación; cuando hablo sólo por decir algo, aún cuando quiero ser simpático. A estas alturas ya tengo más o menos dominado el impulso y ante la mínima sombra de duda opto por el silencio, pero no fué siempre así.

1) Con Martita (una compañera de trabajo, profesional excelente, buenísima persona querida por todos - yo incluído - a quien la suerte desfavoreció con una ostensible renguera producto de una luxación de caderas no tratada en su niñez) solíamos tomar mate y hablar de bueyes perdidos a la hora en que la oficina quedaba desierta. Una vez, recién empezada la ronda, debió salir de urgencia y el hombre, muy cortés, va y le dice: "tómese otro compañera, no se me vaya renga"; "si alcanzara con un mate" contestó melancólica mientras la tierra no cedía al ruego de abrirse bajo mis pies.

2) En casa de cierta novieta de mi juventud, cuyo padre me junaba bien fulero, mi potencial suegra me invita a cenar; "hay milanesas" dijo "¿te gustan?"; "¿y a quién no?" dice el tipo y remata vehemente "al que no le gustan las milanesas es un marciano!!!"- silencio ominoso - "a mi papá (allí presente), podés creer?" dice la chica; (no, no te puedo creer la reputa que te parió).

3) En casa de Siro, compañero de secundaria, ronda de adolescentes hablando (y riéndose de) boludeces. Puro tren de joda. En eso llega el novio de su hermana (a punto de casarse) con helado para todos. "Qué copado este pibe" exclamé sin mala intención; "siempre trae algo" dijo Siro. Aquí va: "Igualito que los apaches que regalan caballos al cacique para casarse con su hija"; cara de ojete legüera hasta que mi amigo responde "¿Te pensás que estamos vendiendo a mi hermana?". Meses hasta recomponer la relación.

4) Con mi jefe, hablando de la estrategia judicial a seguir en un caso dado, "¿estamos a tiempo de ... (hacer determinado planteo incompatible con nuestra postura anterior manifiesta en el expediente)?"; "no, de ninguna manera, eso sería como alegar la propia torpeza y está prohibido en derecho" suelta el leguleyo; el superior jerárquico "¿me estás llamando torpe?". En fin.

5) En una audiencia testimonial, le hago notar al audiencista que no preguntó a la testigo de la contraparte por las generales de la ley (fórmula juramentaria obligatoria por la que el deponente declara no ser amigo, enemigo, pariente, deudor o acreedor de los litigantes ni tener interés personal en el resultado del pleito). El secretario termina de leer y la vieja mirándome consternada "usté piensa que estoy aquí por plata, qué soy corrupta, o qué?". Entró en crisis de llanto y tuvieron que sacarla de la sala.

6) Con la Tana, en lo mejor del idilio, ensayé aquella comparación metafórica con la estrella Betelgeuse. "Insinuás que soy gorda más gorda que el sol" entendió.

Amigo/a, si en algo alguna vez te hieren mis palabras sabé que lo dije con todo respeto y sin ánimo de ofender.

viernes, 23 de mayo de 2008

1810

En ese colegio de mierda nadie entiende nada. Tuvieron que pasar dos años (¡DOS AÑOS!) actuando de negrita pastelera, de ladrillo, de árbol, de ornitorrinco, hasta que finalmente reconocieron el talento y le dieron un papel medianamente acorde a su talla artística. Ya tenía casi terminado el escrito de demanda contra las autoridades del Instituto Cardenal Copello, el Obispado de San Isidro y el Vaticano - todos en forma conjunta y solidaria - cuando recibí la noticia esperanzadora:

- En el acto del 25 de mayo voy a actuar de dama antigua bailando el minué con Juan Cruz.
- ¿Quién es Juan Cruz?
- El chico que va a bailar conmigo
- Y Bué.

La damita patricia





El criollito. Un muchacho sin suerte. A la salida del salón de actos tuvo un accidente de lo más extraño: se golpeó repetidamente la cabeza contra una columna del patio. Yo estaba cerca, lo vi todo (¿o lo imaginé?).






La gala



Mi niña Lola, mi niña Lola, ya no tienes la carita del color de la amapola,
Mi niña Lola, mi niña Lola, mientras que viva tu padre no estás en el mundo sola.



(Si me vieras Luisa, sabrías que digo mucho más cuando sólo me sale ¡Gracias!)

martes, 20 de mayo de 2008

Cuestión de marketing

La cantante no vidente abordó el tren que me lleva al trabajo como casi todos los días a la misma hora. Tras una breve noticia de su infortunio personal desparramó las bendiciones de rigor entre los pasajeros, desenfundó su guitarra y montó el numerito cotidiano.
Después de algún tiempo uno les toma cierta empatía a estos antihéroes por azar; se necesitan agallas para salir diariamente a un mundo que tampoco (o tan poco) los contempla, y también, pero no menos importante, optimismo para usar lo que sirve a pesar de todo, para valerse de lo escaso y mejorarlo en cuanto sea posible con la finalidad elemental y prosaica de ganarse el garbanzo. Es como si me reprocharan que reniego de más, que me quejo de lleno.
Ella (y evito deliberadamente referirme a su condición de ciega, no porque me guste el eufemismo “persona con capacidades disminuidas” con que el INADI impone designar a los ciegos, tuertos, mancos, tullidos, fronterizos y demás impedidos - sin que, dicho sea de paso, la situación de los aludidos haya variado ostensiblemente a partir de dicha obligación - sino en aras de mantener la corrección política), ella - decía - le encontró la vuelta al asunto. No tiene una voz exactamente privilegiada pero es bastante hábil (Juan me corregirá si yerro) para acomodar los tonos a sus posibilidades, se da maña para tocar (aunque sin virtuosismo apreciable) y hasta aquí ha demostrado ser cuidadosa a la hora de elegir su repertorio, generalmente compuesto por canciones folklóricas muy difundidas y pegadizas. Canta aceptablemente las que sabemos todos y con eso, a juzgar por su permanencia en el negocio, le arrebata la “diaria” a las calles inhóspitas de Buenos Aires.

Digo hasta aquí, porque hoy por alguna razón decidió improvisar y su suerte tuvo un giro inesperado; se aclaró la garganta y empezó:

“Yo vendo unos ojos negros, ¿quién me los quiere comprar?
Los vendo por traicioneros, porque me han pagado mal”...
*

Mientras pasaba por los asientos haciendo sonar algún cobre dentro de su tarrito a modo de aviso recaudatorio, esta vez la ciega (permítaseme por un momento utilizar el lenguaje de la barbarie) cosechó muchos más billetes que monedas.

Parece que no fui el único que pensó “te los pago igual pero llevátelos de acá pa´qué mierda los quiero”. Y es que realmente los tiene bien negros, inservibles como un par de tetas en una gallina eso sí, pero renegridos sin lugar a dudas.

* Fragmento de una zamba muy popular

miércoles, 14 de mayo de 2008

Declaración

A últimas fechas mi trabajo se ha vuelto una serie ininterrumpida de emergencias; llego a casa tarde y molido con dos paquetitos de confites M&M en el bolsillo para desagraviar a los chicos que me esperan despiertos como lechuzas. Para peor Eva, nuestra empleada, que usa el auto por razones operativas, lo deja siempre en la puerta por temor a hacerle algún rayón mientras lo entra a un garage por cuya puerta pasa cómodamente un camión Scania atravesado. Un trabajo más: ir a guardar el auto. Con el último resto de energía entro a la habitación infantil pateando toda clase de obstáculos a mi paso.
Este fué el diálogo de anoche:

Lola: - Papi, ¿me comprás el (nosequé nosequé pero usualmente carísimo) que sale en la propaganda de Discovery Kid?
Yo: - Ya veremos Lolita si te portás bien, no le contestás a tu madre y sarasasasasa.
Yo: (que no los veo antes de salir al Jardín de Infantes porque duermo como una piedra) - Sabés Lolita? hace tanto que no te veo que pensé que ya te habías olvidado de mí.
Lola: - (bien solemne) Yo nunca me olvido de vos Papi, hasta sueño con vos y le rezo al Ángel de la Guarda todos los días para que no tengas pesadillas.
Yo: - ¿Qué era eso que querías mamuchina?

De todas las mujeres que de un modo u otro tocaron mi corazón, ninguna ha podido tanto con tan poco.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Ashi me hizo acordar

Sábado de verano a la tarde, la siesta por delante, un lujo tan poco glamoroso como frecuente. Es como todo, hay siestas discretas que pasan sin pena ni gloria y siestas para el campeonato. Hacía calor en todas direcciones y parece que se jugaba la final de la copa del mundo; a veces pasa. Silencio en la casa, a no ser por las respiraciones acompasadas de los chicos que duermen en la habitación contigua y alguna que otra respiración menos apacible que no es del caso ponerse a detallar.

De pronto, apenas y a destiempo advertidos, el sonido de patitas infantiles atravesando el corredor a paso vivo y la sombra de Lolita en el vano de la puerta de nuestro dormitorio, todo a un tiempo. Tumulto, desplazamientos abruptos, malabares con la sábana que no daba abasto a cubrir lo que se pudiera. La Tana y yo tendidos, tapados, inmóviles, callados y firmes en posición de revista. No sabíamos qué tanto pudo haber visto.

Lola : - Mamá ¿por qué estás del lado de Papá?
Tana: - Porque Papá se fué corriendo hasta que me empujó (hay que ver cómo la afecta la exposición a esta mujer que es incapaz de articular una excusa convincente para una nena de 5 años).
Lola: - ¿Cómo que te empujó, te tiró de la cama? Papá, ¿por qué tu "calzonciso" está en el suelo?
Yo: - Porque estaba a punto de entrar a bañarme cuando me levantara (sarasasasasa).
Tana: (mientras se incorporaba usando la única sábana disponible como túnica) - Lolita andá al living a ver la tele que ya voy.
Lola: - ¿Estás desnuda?
Yo: - Tana no te levantes que me dejás en pepelopotapas!!!
Lola. - ¿Qué Papi?
Yo: - Rajá de acá, hacéle caso a tu madre, carajomierda!!!

La infanta seguía parada como una estaca sin quitarnos los ojos de encima. Sabía por el tono tenso de mi voz que la cosa iba en serio pero también que si fuéramos a reprenderla ya lo hubiéramos hecho. Y simplemente no podíamos movernos. Ella tenía el ceño fruncidito con una expresión que sintetizaba a las mil maravillas el sentimiento de "acápasóalgoymeestánengrupiendoporquesoychiquitaperoyavoyacrecerparadarmecuentacuandomedicenmanganetas" que pasaba por su cabecita. Por la mía los miles de pesos que gastaría en concepto de atención psicológica en un futuro no lejano, por la de la Tana vaya uno a saber qué imágenes sagradas señalándola con el dedo en evidente ademán réprobo y admonitorio.

No hablamos del tema, pasamos el domingo como los sobrevivientes del atentado a las torres gemelas, esperando una nueva explosión. No pasó nada, Lolita imputó la deuda al rubro "pasivos contingentes" y a otra cosa.

Mi moción de instalar un pasador para cerrar por dentro la puerta de nuestro dormitorio no era tan descabellada después de todo.

martes, 6 de mayo de 2008

El que ríe último ríe mejor

Toda familia tiene sus clásicos. Desde que mis viajes de trabajo se hicieron más frecuentes se me hizo costumbre volver con alguna cosa para los chicos. Tanto, que lo último que escucho antes de subir al remise que me lleva al aeroparque es la voz chillona de Lola deshaciéndose en recomendaciones y "noteolvides" al respecto. Con el tiempo también se me fué agotando el repertorio y empecé a repetir los obsequios que compro - dicho sea de paso - en los mismos comercios de cada lugar al que voy. Es así que la niña, ni lerda ni perezosa, aprendió a identificar el destino con el potencial regalo que recibirá a mi regreso. Goyo en cambio recibe lo que venga y se pone a chusmear el equipaje antes incluso de saludarme.

Volvía a Bariloche, como tantas veces (sé que muchos disfrutan esta ciudad turística pero a mí ya me tiene las bolas por el suelo) con el mandato expreso de traerles una caja con ositos de chocolate, pero esta vez se me ocurrió innovar. Con los minutos contados me puse a indagar otras propuestas y elegí una simpática cajita que venía con variado surtido de animalitos de chocolate relleno: mono, león, jirafa, oso, etc. "Esto les va a encantar" - pensé.

A la vuelta, cada uno con la suya entre las manos, despedazaban el envoltorio como aves rapaces.

"Pueden comer tres figuras solamente" - sentenció la Tana y entonces pasó lo que nunca hubiera esperado: Goyo tardó un nanosegundo en zamparse dos bombones al mismo tiempo y sacar el tercero antes de que su madre le arrebatara el tesoro, pero Lola, en cambio, generalmente igual de desesperada (como si nunca le dieran una puta golosina), sólo comió dos y devolvió el restante a su caja asegurándose de marcarla para poder diferenciarla (todavía no sabe contar al bulto).

La operación se repitió dos o tres días hasta que sucedió el hecho futuro pero fatalmente cierto: Goyo retiró el último bocado de su cajita y Lola atesoraba todavía tres unidades. Mientras esto ocurría la Tana advirtió a la pequeña que estaba obrando de mala fe y que la vida suele ocuparse de equilibrar las injusticias, probablemente pensando en compensar de algún modo al pobre crío que miraba extasiado y con las alforjas vacías cómo su hermana disfrutaba, con lentitud y deleite exhasperantes, el remanente de su fortuna.

Goyo no lloró, sus ojitos por supuesto estaban hipnotizados por las golosinas que Lola blandía en cada mano, pero no hizo el menor berrinche, el mínimo gesto de pesadumbre. La maniobra había fallado; tanto esfuerzo puesto en hacer desear para no provocar interés alguno trajo consigo su propio desinterés, no en el chocolate claro sino en la platea que la observaba como al descuido. Y se relajó. Ese fué su error.

El Tano volvió a sus asuntos como si tal cosa lanzando cada tanto furtivas miradas a la ultimísima y codiciada jirafa rellena de dulce de leche que Lolita sostenía. Y al rato, a plena carrera, calculando la distancia que lo separaba del refugio, asestó el zarpazo triunfal, se engulló el botín y se parapetó tras la falda de la Tana, todo eso como cinco segundos antes de que Lola se diera cuenta de lo que había pasado. Hubo que agarrarla entre dos para que no lo asesinara.

La verdad es que el Tano pierde la mayoría de las disputas con su hermana, pero cuando se trata de facturar, cuando está en juego lo que realmente importa, bien haría ella en no arriesgar la chance, porque, está demostrado, no reirá siempre pero siempre ríe al final.

viernes, 2 de mayo de 2008

12. Fin. Fin?

La Tana y yo nunca formalizamos. Tenemos nomen, tractatus y fama de esposos sin recabar hasta aquí bendición de Estado o Iglesia alguna. A ella no parece desvelarla esta desprolijidad y yo tengo cierta tendencia adquirida a desconfiar de las mujeres que se casarían conmigo. Con todo, nadie diría que no somos una familia; ella - que finalmente vino a ser la que había construido una "soledad privilegiada" - entreabrió la puerta de su torre inexpugnable y por allí entramos, en orden de aparición, Jacinta, un servidor, Lola, Fierita (una perra cualunque impresentable), Goyo y Tango (un perro gigante y bobo que cuida de todos nosotros).

Ella conserva su costumbre de hacerme sentir profundamente bienvenido y también la maña para equilibrar las tensiones en pugna dentro de mi cabeza.


Yo mantengo la firme sospecha de que si las cosas no hubieran resultado como resultaron, los días vividos entre aquel 27 de octubre y el presente no valdrían más que unas monedas.


Sin embargo no todo es como era entonces. Ahora, por ejemplo, ella habla con frases más cortas: "hay que sacar la basura", "hay que darle de comer al perro", "hay que arreglar esto o aquello", "hay que llevar los chicos a algún lado" (con el tiempo aprendí que la frase "hay que" es perfectamente intercambiable por la sentencia "tenés que"), "bajá la velocidad", "subí la ventanilla" y una vasta serie de etcéteras. Y también las cotidianas resignificaciones del lenguaje; "te saqué cambio" equivale a "te pelé la billetera", "¿viene tu mamá?" es igual a "otra vez esta vieja" y "necesito ..." es un eufemismo por "me voy a comprar ...".


Sé que ella no va a dar fe de su existencia para que todos piensen que es un producto de mi imaginación, que sólo vive en mi delirio. Pero existe, yo nunca fuí tan bueno para imaginar cosas.