viernes, 18 de abril de 2008

7.

La llevé hasta su puerta y me despedí de ella con toda (contención) corrección. No podía borrar mi estúpida sonrisa mientras acordábamos la hora en que pasaría a buscarla el viernes siguiente para ir a cenar. Durante el viaje de vuelta por la Avenida del Libertador divisé a mano derecha un restaurante lo bastante ampuloso como para avenirse a mi propósito de impresionarla. No tomé nota del nombre pero si retuve que tenía dos antorchas encendidas flanqueando la entrada. Tenía que ser ahí, justo ahí y sólo ahí (el lugar se llamaba Dallas y años después su dueño cometería un crimen que obligó a cambiarle el nombre, hoy se llama Las Olas y le pusieron así para aprovechar algunas letras del cartel original).

Mi imaginación había dibujado a grandes rasgos su contorno con razonable aproximación. Resultaron ciertos los matices de una estética sobria, serena, pero quedaron fuera de cálculo sus ojos tibios y atentos, sus manos elegantes y aquella mirada hospitalaria, abierta de par en par (el resto de los detalles no me pasó inadvertido, me los callo porque no vienen al caso).

Así le escribí: "Dios, quien ante todo es sensato, tuvo fundados motivos para excluir tu belleza templada de sus huestes de vírgenes y eunucos (...) en su lugar hubiese hecho lo mismo".

"Menos textos, más presencia. El mejor rumbo." - respondió.

Faltaba poco para el día D, tenía que prepararme. Busqué en todas las grandes librerías del centro una obra de Popper de la que habíamos estado hablando y la última edición estaba agotada. Pero tenía que ser ese libro y no otro, era una cuestión de estado. Un librero me lo consiguió para el jueves de esa semana pero al doble (por lo menos) del precio de lista. Primer ítem: listo.

Por las dudas le hice un service completo al auto (era modelo '99, no tenía ni dos años y estaba muy bien cuidado, pero uno nunca sabe). Segundo ítem: listo.

Me compré un traje, una camisa y una corbata. Tercer ítem: listo.

Le pedí a mi secretaria que hiciera reservaciones para dos en un restaurante de Martínez, cuyo nombre no recordaba, pero que tenía antorchas en la puerta. ¿Y cómo lo encuentro? - preguntó - ¿Querés que cambiemos tareas, vos auditas juicios y yo lo busco? - contesté. Se fué murmurando obscenidades. Volvió para decirme que no lo ubicó en internet, ni siquiera en la guía de restaurantes. - Bueno, ya dijiste dónde no lo encontraste, volvé cuando sí lo encuentres - le sugerí amablemente. De salida vi el prolijo papelito amarillo pegado sobre el escritorio donde se leía de su puño y letra: "No lo encontré y te vas a la mierda". Iba a la cita sin un plan, estaba deshauciado.

Llegué diez minutos antes de la hora convenida y toqué el portero eléctrico. - Ya bajo - dijo ella. El "ya" duró bastante más que un instante.

Finalmente cenamos en un lugar tranquilo de San Isidro, con ambiente propicio para la intimidad. Yo tenía (los nervios de punta) una ligera inquietud, ordené trucha con papas rejilla (no me creí capaz de tragar algo más consistente) y un vino rosado de uvas malbec. Ella se plegó a mi pedido. Conversamos y conversamos (y yo no podía pinchar las malditas papas con el tenedor, de tan crocantes se hacían astillas al primer intento). "¿Por qué no las agarrás con la mano como hace todo el mundo?" - dijo - (porque esta noche soy el Duque de Orleans, carajo!).

Frente a ella yo estaba en el país de la mismidad, ese territorio agradable donde se puede ser uno mismo liso y llano, despreocupadamente, y decir lo que se piensa, y sentir como uno siente. No tardó en conectarse con mi angustia, así como estaba, sin datos ni mapas, ni siquiera alguna pista del torbellino que me pasaba por la cabeza.

Pagué la cuenta y salimos, le propuse tomar el café en algún otro sitio. Anduvimos bastante hasta encontrar un barcito abierto. Seguimos hablando (mas bien yo seguí parloteando) hasta que en cierto punto me dijo: "Ya no puedo seguirte el ritmo, lo que me contás requiere oídos bien atentos y ya estoy muerta de cansada" (traducción: por qué no te callás de una maldita vez que me tenés recontrapodrida).

Definitivamente dos cosas; 1) no era muy ducha en el uno a uno entre géneros, y 2) ya era hora de irse.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu actitud me da ternurita... y risa. A pesar de que tenías más experiencia, el pendex que sale por primera vez parecías vos. ¡¡¡Tesoro!!!

Pablo dijo...

Mirá Ashi, es cierto, parecía que estrenaba corazón con menos calle que Venecia y tenía más historia que el Partenón.

Pablo dijo...

"Es zonzo el cristiano macho cuando el amor lo domina" dice un libro muy sabio.

Luisa dijo...

Ashi, ternurita, claaaaro y un PEPINO!!!, pregúntale a su secre qué tan tierno puede ser su jefe (me encantó la desfachatez de la nena con su mensajito,se han de llevar de escándalo).
Y Pablo,el país de la mismidad,me encantó!! es casi casi mejor que plutón...y este...eeehhh
aichh,bueeeno vale, sí eres tierno...pero no te lo creas paparruchas que luego no hay quien te aguante.
Besos.
(y Ash,perdón,voy de un lado a otro,me encantó Ashiko con lo de:traéla...precioso!!)¿Atacada de la risa con la Iliada???...psst,me caes super.

Luisa dijo...

Y secundo la moción de So,que la tana abra un blog!!!
besito sabadero.
(que no sobadero o sudadero o...si,ya me voy ya me voy...)

Luisa dijo...

Y secundo la moción de So,que la tana abra un blog!!!
besito sabadero.
(que no sobadero o sudadero o...si,ya me voy ya me voy...)

Luisa dijo...

Viste Pablo??, Salió dos veces,pero esta vez me quedo quietecita.
Ahora sí..me voy (sí,ya hice mi cochinada,ahora adiós...peldón)
esito...

Pablo dijo...

Ya no tengo a aquella secretaria (la actual es más jóven más linda y más modosa) se graduó y cambió de empleo. Soy un tesoro como dice Ashi, ja ja.

Anónimo dijo...

Sí, tesoro, decile a la Tana que comente. Que nos cuente SU versión.

Luisa: y mi hermano, probablemente para sacarse a la boluda de encima, me llevó.

Anónimo dijo...

Yo creo que la secretaria estaba secretamente enamorada y te quiso boicotear la noche de puro despecho nomás.
Al menos debería haber reservado en otro lugar.

Luisa dijo...

Ayy Ashi...la que armaríamos si nos juntaramos a contar historias ¿te imaginas???. El otro día estuve leyendo un libro (ay,no me acuerdo ahora mismo,creo que era Stevenson,no sé,luego les digo) que hablaba de que allá por el siglo 18, se juntaban en el castillo de algún milloneta excéntrico y se ponían a contar historias y el escritor describía tan bien la escena que casi podía imaginarme a Pablo, frente a la chimenea,vestido de levita y copa de cognac en mano y puro en la otra,nosotras (las cuatro,aquí también incluyo a la Tana)con nuestros vestidos con escotazo (una que yo me sé, quedándole de escándalo)y guapísimas, atentas al relato...
Bueno,me dejo de soñar...

Pablo dijo...

Ashi la Tana comentará alguna vez cuando le venga en gana. Por ahora le divierte que ustedes piensen en ella como en un ser imaginario que vive sólo en mi delirio. Pero es real, de carne y hueso (más lo uno que lo otro) y los hechos sucedieron tal como los cuento, mutatis, mutandi. Ves? por lo pronto no se atreve a desmentirme.
Con mi secretaria de entonces nos llevábamos aceptablemente sólo que solía ser bastante respondona.

Pablo dijo...

Luisa acepto todo, la copa, el puro y la vista (recatada y no demasiado insistente) de vuestros escotes, que es el lugar donde al fin y al cabo viene a ser más interesante la profundidad en una mujer.

Luisa dijo...

seguro que ése es el sitio y no otro?, jajajaja...ya...CÁLLOME,ya...que voy por leche, ya me había despedido ¿notidigo??....

Anónimo dijo...

Tana: me estoy yendo y vuelvo tarde. Qué lindo si hubiera un comentario tuyo a mi vuelta. Voy a revisar,sabelo.
Si nos contás con lujo de detalles la cara de Pablo cuando subiste al auto, te ganaste un metro cúbico más de Cielo, yo que soy atea te lo digo, mirá, así que imaginate el valor que tiene ese metro cúbico jajajajaja!
Ten piedad, Tana, ten piedad!

Anónimo dijo...

mmmmm...