lunes, 21 de abril de 2008

8.

La dejé en su puerta y nos despedimos (sin tocarle una uña). Mientras manejaba de regreso esa noche (y la siguiente y la otra después de esa porque para entonces había adquirido el productivo hábito de no dormir) hacía ensayos especulativos respecto al nombre que tendría todo aquello que me estaba pasando, no tanto por falta de experiencias previas (que las tenía por cierto) sino en virtud del contexto en el que se daban las cosas, como descolocando mi percepción de las emociones. Pero todo tiene un nombre.

Ella era cautelosa, intuía que yo le interesaba en alguna medida y si andaba "a tientas, como en un laberinto" era por puro imperio de las circunstancias. El problema era que tampoco yo tenía horizontes claros, la única certeza era aquella voluntad constante y perpetua de pasar el mayor tiempo posible a su lado. No iba a durar mucho en esa parálisis (esto es otra cosa que sé respecto a como soy), tras un día de reflexiones desprolijas elegí deliberadamente el texto para no cometer nuevas torpezas. Me senté y escribí, a fin de cuentas lo que estaba a punto de decir era objetivamente cierto y no era en sí mismo dañino.

"Desde que llegaste a mi vida estoy de parto; tal vez no sea un buen momento para enamorarme y sin embargo..."

Ella me puso en hielo, en una inusitada cantidad de hielo: "La jaula se ha vuelto pájaro... te acordás? Y tengo miedo. Regalame tiempo. Creo que entendés desde dónde vengo. Regalate tiempo".

(Claro que sé de dónde venís y sé también que podés aspirar, de mínima, a un candidato del que se pueda hablar; pero ¿adiviná qué? me abanico con la perorata inconsecuente de tu iglesia tiránica, con la comodidad inerte de que todo siga como está, con la conciencia de que los pactos sujetan a las partes como la ley misma, con toda idea de predestinación y fatalidad y con la recalcada madre que los parió. Lo que conduzca a privarme de vos un sólo minuto, será tenido en adelante por no escrito. Y punto).

Había que hacer algo pronto. El lunes la llamé como si tal cosa y la invité a tomar un café por ahí.
"Vení a casa y comprá unas masitas por el camino, tomamos mate y charlamos". Sésamo por fin se abría y yo ni siquiera había dicho las palabras mágicas. Tenía apenas tres horas para prepararme.

A metros del lugar donde cursaba un posgrado había una joyería de cierto predicamento especializada en la fabricación de tallas y alhajas con cristal de roca. Entré decidido y me recibió un empleado afeminado acicaladito como para ir de comunión. Como parecía saber dos o tres cosas de su oficio y yo lo ignoraba todo, le dejé la iniciativa.

- ¿Cuál es la ocasión del obsequio, caballero?
- Mire, quiero quedar muy bien con una mujer.
- ¿Y conoce sus preferencias?
- (Si las conociera no te estaría preguntando a vos puto de mierda) La verdad no, me imagino que algo delicado (ahí me salió a mí el bufarrón).
- Voy a mostrarle una pieza que la dejará deslumbrada.

Sacó varias chucherías y las desparramó sobre un paño negro. Como cada una tenía su historia dedicó tiempo a contarme los detalles de fabricación. Lo escuché con sumo interés tratando de retener la información; resultó de lo más ameno Frutillita. Cualquiera que pasara por ahí se hubiera escandalizado; parecíamos dos alegres mariquitas hablando de preciosidades.
Me convenció (seis cuotas bien tupidas con tarjeta de crédito), era un prendedor de tallo dorado que remataba en una pequeña rosa de cristal de roca.

Llegué puntual (nunca he sido más puntual en mi vida). Ella bajó a abrirme.

Vivía en un coqueto departamento con magnífica vista al Río de la Plata. Mientras iba y venía de la cocina me puse a chusmear su biblioteca: No tenía un sólo libro al pedo.

Jacinta, una gata cachorrita fea como el demonio llegada apenas unos días antes, jugaba a cazarme los pies. Me hinchó las pelotas hasta cansarse, dejando bien en claro cómo sería nuestra relación a futuro.

Otra vez su voz, dócil al ruego y su trato cálido envolviéndonos mientras la tarde nos caía encima.
(ESA BOCA ...)
Le dí la flor. "Gracias, hacía falta un buen regalo".
Estaba en el limbo, feliz y despreocupado como si no hubiera nada que arreglar, pero el tiempo no mostró ninguna cortesía.

"Bajo a abrirte" - dijo - y contra toda esperanza el ascensor no se detuvo entre pisos.

"¿Qué estás haciendo?" - preguntó en la puerta mientras avanzaba la infantería de su labios

(Lo que realmente quiero) - pensé mientras la besaba.

De vuelta en el auto venía pensando en lo lento que estuve al no procurar ese instante en su living, cuando todavía había tiempo para saborear. (Pelotudo y mil veces pelotudo).


7 comentarios:

Luisa dijo...

Pablo, me hiciste recordar a Cortázar...Seguro que te acuerdas tú también:
"...Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja..."
No sé tú, pero esto se está poniendo de IN FAR TO.

Pablo dijo...

Bellìsimo, Luisa. Lo tengo leído.

Luisa dijo...

Lo del infarto, me refería al punto donde va la historia....¿No te causa extrañeza leerlo después y sentirte como un espectador más?,¿no ves desde afuera a esos dos locos,tiernos,lindos y temerosos que eran ustedes dos?...No sé, será que a veces, cuando me recuerdo (en mi versión) parece que es otra persona la que pasó por todo eso (otras personas).Hemos cambiado mucho,hoy me siento feliz y afortunada la mayor parte del tiempo que comparto con Juan (a veces quiero ahorcarlo,pero sólo a veces)pero en ocasiones Pablo,sin saber ni cómo ni porqué conseguimos por un instante ésa chispa del primer entonces y en ése instante vuelvo a sentir ésa "única certeza (que es) aquella voluntad constante y perpetua de pasar el mayor tiempo posible a su lado"...Y allí, justo allí,me doy cuenta de que todo ha valido la pena.
y qué risa,tonto,con ésa frase nada romática pero increíblemente descriptiva de: Desde que llegaste a mi vida estoy de parto...qué tonto eres,jaja...
A veces el parto se complica,sí señor...
tq

Pablo dijo...

Luisa:
Puesto que todo cambia que uno cambie no es extraño. Me pasó a mi, sólo que era otra versión de yo. Mientras escribo pienso en aquellas emociones como en el placer que da reencontrar un libro varias veces releído hace mucho tiempo. El libro por supuesto no ha cambiado pero el lector sí, y la nueva mirada trae nuevas impresiones.
Por eso tuve ganas de compartirlo.
Un beso.

Anónimo dijo...

¿Y a Frutillita no lo seguiste viendo?
Digo, por si no se daba lo de la Tana jijijijijiji

Pablo dijo...

Por las dudas conservo su tarjeta.

Anónimo dijo...

Siempre hay que dejar una vela encendida por si se apaga la otra...