viernes, 25 de abril de 2008

11.

Pensaba en ella como en esos porotos que durante años y años se usan en los boliches para apuntar los tantos de la baraja y que, al sembrarlos, germinan de inmediato recobrando su genuina naturaleza, haciéndose dueños de la finalidad para la que fueron creados. La metáfora me parecía brillante pero nunca se lo dije porque está visto que la galantería no termina de salirme al primer intento (y tampoco al último).

Su presencia me bastaba para sentirme feliz, cuando no estábamos juntos quería estar solo para poder imaginarla, pero había que hacer lo que debía hacerse.

No es que Dos y yo no estuviéramos de acuerdo respecto a tomar rumbos diferentes. Hacía tiempo que teníamos cuentas separadas, agendas separadas, proyectos separados y vidas individuales, no obstante nuestra coincidencia entre cuatro paredes y un techo. Lo habíamos hablado y ambos sabíamos que el futuro no nos encontraría juntos. Ella quería completar su esquema adoptando un niño y yo jamás consentiría criar un extraño cuando los míos propios habían sido excluídos de nuestra vida en común (aunque no de la mía por supuesto). En lo que entiendo de conflictos, esos intereses no parecían verosímilmente conciliables.

Habíamos hablado de eso dije, pero es una cosa hablar del camino y otra muy distinta caminarlo.
Lo que siguió no fué demasiado diferente de cualquier ruptura. El divorcio se parece a una espina clavada en la carne y como litigante tenía aprendido que los hombres, en general, se la quitan de un tirón y apretan la herida para que sangre y sane de una vez, las mujeres en cambio la remueven lentamente para recordar el dolor, aferrándose a cualquier cosa que alimente su voluntad de revancha. La cuestión prosaica de la liquidación de bienes se resolvió prácticamente: fuí generoso hasta el escalofrío (excepto claro con todo aquello que no estaba dispuesto a ceder) con tal de no dar ocasión de prolongar el proceso. Dos es pragmática, cerramos el trato.

En aquellos días rumiaba obsesivamente un párrafo inquietante de Ortega y Gasset (ambos) que describía con maravillosa elocuencia mis procesos mentales: "... Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida y por ello no crea ni fecunda ni hinche su destino. Para mí la moral es lo que el hombre debe ser, (...) el ser inexorable de cada hombre, de cada pueblo. Por eso desde siempre (...) proclamaba como imperativo fundamental de la mía el grito del viejo Píndaro: quenoio hos eisi - llega a ser el que eres - ."

El martes mi hijo mayor Lucas me arrancó violentamente de mis elucubraciones. Cumplía 18 años el sábado 27 de octubre y se había puesto insistente (sabe Dios que el término le queda chico) en que se lo festejara el viernes a la noche en "Coyote", un local bailable en los bosques de Palermo (dale pa, dale pa, dale pa, dale pa). Quería brindar con todos sus 214 amigos, aparte de la familia, cuando dieran las doce. Contraté el salón y le dejé el resto de los detalles a mi madre.

La mañana del miércoles apareció un mensaje encriptado en la pantalla de la computadora:

From: Bacigalupo
To:
Pablo Manzano
Sent: Wednesday, October 24, 2001 7:35 AM
Subject: Buen día


Quem vidi, quem amavi;
in quem credidi, quem delexi



Beso, Mónica.


Con la ayuda de un diccionario y reflotando los exiguos conocimientos de latín que me habían dejado el secundario y los libros de derecho, logré identificar las palabras aunque sin precisar su sentido en función del texto. Tenía una misión en la vida, traducirlo, no quería simplemente preguntarle. El jueves, después de clases, pasé por la secretaría académica de la Facultad de Traductorado Público con el papelito en la mano. No es fácil encontar expertos en lenguas muertas pero no soy de abandonar la empresa a la primera dificultad.

"No puedo ayudarlo doctor" - dijo la insensible y pérfida secretaria - "a esta hora no queda nadie, pero puedo darle el teléfono de una profesora si quiere coordinar con ella". Me fuí con el dato y esperé una hora prudente de la mañana del viernes para llamarla. Este fué el diálogo:

- "Doctora la molesto porque necesito traducir un texto en latín".
- "Estoy bastante ocupada pero si lo deja en secretaría lo miro y en todo caso nos reunimos el martes o miércoles de la semana que viene"
- (para entonces será tarde vieja de mierda insensible) "No quiero abusar de su amabilidad pero son sólo nueve palabras, si fuera usted tan gentil"
- "A ver dígame" y le dije.
- "Mire, quien le escribió esto está muy enamorada" y a renglón seguido me lo tradujo.

Me despedí con toda cortesía, hecho un manojo de gratitud, deseándole una larga y dichosa vida.

Estuve en las nubes todo el día. A la hora convenida fuí a Coyote, me senté en la mesa de los adultos y me obligué con esfuerzo a decir poco más que algunos monosílabos. Yo no quería estar ahí, yo quería ...

Los adolescentes se sacudían en tropel y gritaban como maníacos, la noche se iba y yo sin ...

Torta, velitas, cumpleaños feliz y la serie interminable de saludos. Ya eran las doce.

Lucas, ese muchacho tierno y boludón que lee mi semblante como un cartel de autopista, me dice

- "Pa, no es necesario que te quedes hasta el final, ahora viene el baile y te vas a aburrir."
- "¿Te parece Luquitas, qué van a pensar tus amigos?"
- "Nada, ni se van a dar cuenta que te fuiste"

Lo abracé y lo besuquié todo. Fuí al baño y marqué un número conocido con el alma subiéndome por el garguero. Tardó en atender, lógico eran como las dos de la mañana. El ruido era atronador.

- "¿Ya estabas dormida"? - pregunté
- "No, estaba leyendo, ¿cómo está la fiesta?" - preguntó
- "Y, viste como son los chicos, ahora empieza el baile para ellos y el embole para mi" - ensayé
- "¿Te vas a quedar mucho más?" - ensayó
- "¿Vos ya te vas a dormir?" - probé de nuevo
- "Vení, te espero"

SSSSSSSSIIIIIIIIIII

- "Me voy" - dije a los presentes
- "Me dejás de pasada" - dijo mi madre
- (nooo vieja de mierda aguafiesta) "¿Por qué no te quedás un rato más y después te lleva Gustavo"? (mi hermano)
- "Porque ya estoy cansada, llevame a mi casa"

Afuera se había desatado la tormenta del fin del mundo. De Palermo a Belgrano con el limpiaparabrisas a tope y una visibilidad de tres metros. Iba a 80 y la vieja rompiendo las bolas con que nos íbamos a matar. Llegamos.

"Espero que pare un poco y me bajo" - dijo
"Te bajás ahora porque no va a parar"

De Belgrano a Vicente López a lo que diera el pedal. La cortina de agua era terrible, parecía que los elementos se conjuraban en mi contra. Las calles inundadas de bote a bote, una laguna entre mi amor y yo. "Vos podés" le dije al auto y cruzó.

La llamé de camino y me estaba esperando en la puerta, con su pantalón pijama de color rojo. No bien entramos la ropa que traía puesta empapada empezó a secarse en una silla.

Nos encontramos en un chat el 20 de agosto de 2001, nos conocimos el 8 de octubre siguiente, y desde aquel sábado 27 estamos juntos.

"Mañana; y mañana después de mañana. Qué linda es a veces la palabra 'mañana'" - me dijo.

jueves, 24 de abril de 2008

10. (Inconveniente para menores)

No recuerdo haber esperado con tanto ansia un evento. Las 9 de la noche del viernes 19 de octubre de 2001 llegaron junto con la sospecha firme de que el horizonte era algo tan alcanzable como cualquier otra cosa.

Toqué timbre con las manos llenas; un vino que había dormido diez años, un ramo de rosas y una caja de bombones (el protocolo completo). Ella estaba espléndida con aquel vestido negro, lo bastante sobrio como para no delatar abiertamente sus encantos y lo bastante ajustado como para adivinarlos sin tanto esfuerzo. Había trabajado para crear el ambiente propicio, todo estaba dispuesto con muy buen gusto.

Una charla breve, algunos acercamientos decorosamente efusivos y la cena. Yo sentía como si mi garganta terminara en el vacío, como si no tuviera vísceras, pero aún así comí todo lo que me ofreció (cóctel de camarones, lomo con vegetales caramelizados y un postre hecho de frambuesas, crema y merengue). El banquete debió haber estado a punto porque en cierto momento de la cena ella puso su mano sobre la mía y desde entonces en adelante corté la carne con el tenedor usando solamente la mano libre. "Sentate en el sofá, ya traigo el café".

Jacinta (su simpática gatita) malinterpretó las señales que le dí. No acababa de sentarme cuando saltó jubilosa a mi regazo y se puso a cazarme la corbata. Con cautela, sin estridencias y disimuladamente le metí semejante sopapo que aterrizó sin escalas bajo la mesa y allí se quedó observándome agazapada (vos no me vas a cagar la vida gata de mierda). Cuando vino su ama y se sentó al lado mío, volvió triunfante a la carga enrostrándome su inmunidad diplomática. La Tana la apartó y tras algunas insistencias perdió momentáneamente el interés en nosotros.

Pero nosotros no, nosotros seguíamos bien interesados en nosotros. De la confidencia a las caricias fuimos y volvimos varias veces hasta que se hizo arduo decir algo que realmente mereciera la pena ser dicho. Mis manos, con su nueva vocación recién descubierta, la atrajeron hasta que no cupo un alfiler entre los dos.

De ahí en más, la parte racional de mi cerebro cedió ante la avanzada de las funciones autónomas que tomaban por la fuerza el gobierno del cuerpo. No hubo negociaciones ni escaramuzas, fué un derrocamiento brutal, sin prisioneros. Tenía vagamente presente los "prodigios frágiles" sobre los que me había advertido en un susurro y esa incómoda sensación, como de irme sin pagar la cuenta, que había estado postergando para dedicar mi energía a mejores propósitos. Sin embargo resultaron una pobre frontera para mi deseo que soltaba galope tendido con toda la inmensidad por delante. Ella, como las flores, consciente de la brevísima existencia del rocío, se abrió a su urgencia delicada.

Cuando los sólidos alcanzan la temperatura de fusión, lo más sensato es dejar que se fundan.

Con su cabeza recostada contra mi pecho, reparé en dos puntos brillantes, inmóviles en la penumbra. Eran los ojos felinos de la única testigo de los hechos que amenazaba sigilosa con alcahuetear a los cuatro vientos lo que había visto. Parece que quedó seriamente perturbada por el escándalo a juzgar por las secuelas psicológicas que hasta hoy le duran.

"Quedate" - había que aprobar las cuentas y darles finiquito - "Volveré".

miércoles, 23 de abril de 2008

9.

No hay nada más inspirador que ponerse en ventaja en los primeros diez minutos de juego. Habíamos ido más allá de las palabras (dudaba si fué mi iniciativa o la de ella) y no estaba dispuesto a dejar que la cosa se enfriara.
Tenía por delante una semana bien movida pero me hice tiempo para llamarla el martes. Me contó que estaba haciendo un taller literario con una autora muy prestigiosa en la Universidad de Las Madres de Plaza de Mayo y que cursaba los miércoles a las cuatro y media de la tarde. Estaba ofendida con su Presidenta (doña Hebe) por las simpáticas declaraciones que hizo a propósito del atentado a las torres gemelas, pero iría, según me dijo, de todos modos.
Ese miércoles yo debía tomar examen en la Facultad; la mesa se abría a las cinco y media. Estaba perdido ("cuando no estoy con vos ando como perdido"), y, en pleno síndrome de abstinencia, no hacía otra cosa que pensar en los holluelos de su sonrisa. Había que hacer algo.

Llegué temprano a la oficina y llamé a mi secretaria.

- Por favor buscame en las páginas amarillas, en internet o como sea, la dirección de la Universidad de Las Madres de Plaza de Mayo.
- ¿Por qué? ¿qué pasa? - preguntó.
- Porque allí enseña un viejo profesor mío que me enteré que está muy mal de salud y quiero pasar a saludarlo - insistí.
- ¿Y por qué no preguntas en la UBA o te averiguo la dirección de su Estudio en la página del Colegio Público? - siempre la misma respondona.
- Maru por favor hacé lo que te digo (no tenía energía para discutir)
- Bue ... está bien. Por fin.

Volvió como a la hora y media con la dirección anotadita en un papel. Me contó que había llamado a los dos teléfonos que obtuvo y que la primera vez la sacaron cagando: "Eso es de la Línea Fundadora" le ladraron. Parece que entre las Madres se llevan como el culo. (Cómo puede haber gente que se pelee pensé). Quedaba en Congreso, barrio que tomó su nombre de la estación de subte que le pasa por debajo.

- Bien, ahora conseguime un lugar donde comprar flores en Congreso - le pedí.
- Pero no era un hombre al que ibas a ver - no se le escapaba nada.
- Sí pero también conozco a su mujer y enseña en el mismo lugar (hacéme el maldito favor de dejar de cuestionarme).

Cumplió el mandado. Ya estaba listo.

Por entonces había marchas todos los días frente al Congreso, el taxi me dejó a un millón de cuadras. Salí de la florería con la lengua afuera, portando una sola rosa ecuatoriana, de tallo casi tan alto como yo. A las cuatro y cuarto estaba parado como una estaca en la puerta esperando que ella apareciera. Llegó cuatro y veinticinco, teníamos cinco minutos para tomar un café y yo aproveché cada segundo para mirarla. En cierto punto volqué la taza mientras me inclinaba sobre la mesa intentando volver a besarla.

"Este viernes voy a cocinar para vos" - cinco palabras pueden perfectamente representar el Cielo.

Nos despedimos, otro beso en la calle (es curioso, hasta ese día me habían molestado los desubicados que dan espectáculos impúdicos a la vista de todo el mundo) y otro taxi. Tenía apenas tiempo de llegar a la UBA puntual.

Éramos dos tomando exámen (otra adjunta y yo) y los alumnos eran cien mil. Puse el oído en piloto automático mientras escuchaba el disco rayado de sus mentes huérfanas de conocimiento. Completé el Acta y se la dí a Virginia (mi compañera) para que la firme.

"Aprobaste a casi todos" - dijo - "quiero un poco de lo que vos estás tomando"

"¿Ehhh?"

martes, 22 de abril de 2008

Otro tema

Esta mañana miraba el programa Mañanas Informales mientras terminaba de vestirme. Ya no es igual sin Guinzburg.
Una nota de color me llamó la atención: Con alarde de un desvelo social inusitado el amigo Roni Arias entrevistó al pintoresco grupo de personas (en su mayoría madres jóvenes con ristras de críos colgados de las tetas) que diariamente se autoconvocan en el cinturón ecológico, mas o menos a la hora en que empiezan a descargar los camiones recolectores, para hurgar en la basura buscando su supervivencia. La cámara no ahorró los detalles escalofriantes (todo sea por la verdad verdadera), podía verse a esas chicas comiéndose lo que sacaban de las bolsas de residuos y dándoselo a sus hijos.
El periodismo es un sacerdocio, no puede quedarse en el mero descubrimiento, en la noticia fácil y entradora, así que fueron por más. Eligieron entre las pobres gentes a una chica (desmejorada por el rigor pero ciertamente preciosa) que tuviera el número suficiente de dientes y neuronas útiles como para no malgastar esfuerzos de maquillaje y minutos de aire, respectivamente, y la llevaron al programa para entrevistarla.
El profesionalismo sagaz de estos nobles comunicadores sociales puso las cosas en blanco sobre negro:

- ¿Alguna vez comiste algo en mal estado? preguntó la simpática Ernestina.
- Yo siempre pruebo antes de darle a los chicos, si encuentro queso por ejemplo, me fijo que no tenga esa capa verde que se le forma cuando está feo.
- Yo sé que vos no elegiste esto (un capo Roni), pero ¿por qué seguís haciéndolo?
- Porque cobro $ 350 del plan pero lo gasto todo en el alquiler de la pieza y no tengo para darle de comer a los chicos.-
¿Y qué fué lo más extraño que encontraste en la basura? (de nuevo la incisiva Ernestina).
- Una vuelta encontré un billete de $ 50, estaba chocha, pero al final era falso.

Después de esto, la lúcida reflexión final del entrevistador: "No somos concientes del bien que haríamos si todos separáramos los residuos de alimentos del resto de los deperdicios para que no se mezclen".
Allí señores, sin lugar a dudas, está la clave de bóveda del problema: Cuanto menor sea el número de bolsas a revolver, mayor será la probabilidad de encontrar alimento en condiciones.

Y el gracioso desenfado de Ernestina: ¿Qué le pedirías al Estado o a la gente del CEAMSE (empresa recolectora)?
- Ellos son muy buenos, siempre nos dejan revisar tranquilos, hasta la policía (mencionó incluso el nombre del comisario) no nos molesta. Lo que yo necesito es una vivienda (se le olvidó mencionar los detalles edilicios y la ubicación de su preferencia) para no tener que pagar $ 350 de alquiler y poder comprar en el supermercado como todo el mundo. Sabe que pasa? cuando uno llega al basural pierde dignidad porque toma el lugar de las ratas, de los perros callejeros (dijo en medio de sollozos muy bien calculados la frase que seguramente le estaría soplando alguien de la producción).

Una cosa me vino a la mente después de mirar la entrevista. ¿Dónde mierda quedó la tan trillada sensibilidad de los homosexuales? Y no estoy discriminando al amigo Roni, porque cuando yo discrimino uso casi siempre la expresión "puto de mierda" separando y enfatizando en cuanto sea posible cada una de las letras de la palabra M I E R D A.

Me pasa como a Duda, tengo los huevos al plato. Me cansa el desfile cotidiano de mangueros y vendedores variopintos en el tren, los desconsiderados de cualquier bando que cortan rutas, los políticos y sus soluciones con fecha de vencimiento (generalmente coincidente con el fin de su mandato), los que se quejan, los que no, todos me inflan.

Hace rato que vengo pensando en una idea y no me atrevía a decirla en voz alta: a lo mejor la solución está más próxima al problema de lo que creemos, a lo mejor no cuadra esperarlo todo del Estado o de las "fuerzas vivas", a lo mejor no son los políticos que votamos cuando arreglan nuestra calle y les retiramos nuestra lealtad si destinan ese mismo dinero a la educación y a la salud que revelaron hace tiempo su sobrada idoneidad para impulsar la movilidad social ascendente y disminuir el incómodo número de pobres que nos rodean, a lo mejor no alcanza con apartar de la vista el espectáculo obsceno de la miseria, y del paso los insolentes montículos de excremento humano que diariamente pisamos.

A lo mejor no podemos ser sin "el otro" y todavía no lo entendemos.

lunes, 21 de abril de 2008

8.

La dejé en su puerta y nos despedimos (sin tocarle una uña). Mientras manejaba de regreso esa noche (y la siguiente y la otra después de esa porque para entonces había adquirido el productivo hábito de no dormir) hacía ensayos especulativos respecto al nombre que tendría todo aquello que me estaba pasando, no tanto por falta de experiencias previas (que las tenía por cierto) sino en virtud del contexto en el que se daban las cosas, como descolocando mi percepción de las emociones. Pero todo tiene un nombre.

Ella era cautelosa, intuía que yo le interesaba en alguna medida y si andaba "a tientas, como en un laberinto" era por puro imperio de las circunstancias. El problema era que tampoco yo tenía horizontes claros, la única certeza era aquella voluntad constante y perpetua de pasar el mayor tiempo posible a su lado. No iba a durar mucho en esa parálisis (esto es otra cosa que sé respecto a como soy), tras un día de reflexiones desprolijas elegí deliberadamente el texto para no cometer nuevas torpezas. Me senté y escribí, a fin de cuentas lo que estaba a punto de decir era objetivamente cierto y no era en sí mismo dañino.

"Desde que llegaste a mi vida estoy de parto; tal vez no sea un buen momento para enamorarme y sin embargo..."

Ella me puso en hielo, en una inusitada cantidad de hielo: "La jaula se ha vuelto pájaro... te acordás? Y tengo miedo. Regalame tiempo. Creo que entendés desde dónde vengo. Regalate tiempo".

(Claro que sé de dónde venís y sé también que podés aspirar, de mínima, a un candidato del que se pueda hablar; pero ¿adiviná qué? me abanico con la perorata inconsecuente de tu iglesia tiránica, con la comodidad inerte de que todo siga como está, con la conciencia de que los pactos sujetan a las partes como la ley misma, con toda idea de predestinación y fatalidad y con la recalcada madre que los parió. Lo que conduzca a privarme de vos un sólo minuto, será tenido en adelante por no escrito. Y punto).

Había que hacer algo pronto. El lunes la llamé como si tal cosa y la invité a tomar un café por ahí.
"Vení a casa y comprá unas masitas por el camino, tomamos mate y charlamos". Sésamo por fin se abría y yo ni siquiera había dicho las palabras mágicas. Tenía apenas tres horas para prepararme.

A metros del lugar donde cursaba un posgrado había una joyería de cierto predicamento especializada en la fabricación de tallas y alhajas con cristal de roca. Entré decidido y me recibió un empleado afeminado acicaladito como para ir de comunión. Como parecía saber dos o tres cosas de su oficio y yo lo ignoraba todo, le dejé la iniciativa.

- ¿Cuál es la ocasión del obsequio, caballero?
- Mire, quiero quedar muy bien con una mujer.
- ¿Y conoce sus preferencias?
- (Si las conociera no te estaría preguntando a vos puto de mierda) La verdad no, me imagino que algo delicado (ahí me salió a mí el bufarrón).
- Voy a mostrarle una pieza que la dejará deslumbrada.

Sacó varias chucherías y las desparramó sobre un paño negro. Como cada una tenía su historia dedicó tiempo a contarme los detalles de fabricación. Lo escuché con sumo interés tratando de retener la información; resultó de lo más ameno Frutillita. Cualquiera que pasara por ahí se hubiera escandalizado; parecíamos dos alegres mariquitas hablando de preciosidades.
Me convenció (seis cuotas bien tupidas con tarjeta de crédito), era un prendedor de tallo dorado que remataba en una pequeña rosa de cristal de roca.

Llegué puntual (nunca he sido más puntual en mi vida). Ella bajó a abrirme.

Vivía en un coqueto departamento con magnífica vista al Río de la Plata. Mientras iba y venía de la cocina me puse a chusmear su biblioteca: No tenía un sólo libro al pedo.

Jacinta, una gata cachorrita fea como el demonio llegada apenas unos días antes, jugaba a cazarme los pies. Me hinchó las pelotas hasta cansarse, dejando bien en claro cómo sería nuestra relación a futuro.

Otra vez su voz, dócil al ruego y su trato cálido envolviéndonos mientras la tarde nos caía encima.
(ESA BOCA ...)
Le dí la flor. "Gracias, hacía falta un buen regalo".
Estaba en el limbo, feliz y despreocupado como si no hubiera nada que arreglar, pero el tiempo no mostró ninguna cortesía.

"Bajo a abrirte" - dijo - y contra toda esperanza el ascensor no se detuvo entre pisos.

"¿Qué estás haciendo?" - preguntó en la puerta mientras avanzaba la infantería de su labios

(Lo que realmente quiero) - pensé mientras la besaba.

De vuelta en el auto venía pensando en lo lento que estuve al no procurar ese instante en su living, cuando todavía había tiempo para saborear. (Pelotudo y mil veces pelotudo).


viernes, 18 de abril de 2008

7.

La llevé hasta su puerta y me despedí de ella con toda (contención) corrección. No podía borrar mi estúpida sonrisa mientras acordábamos la hora en que pasaría a buscarla el viernes siguiente para ir a cenar. Durante el viaje de vuelta por la Avenida del Libertador divisé a mano derecha un restaurante lo bastante ampuloso como para avenirse a mi propósito de impresionarla. No tomé nota del nombre pero si retuve que tenía dos antorchas encendidas flanqueando la entrada. Tenía que ser ahí, justo ahí y sólo ahí (el lugar se llamaba Dallas y años después su dueño cometería un crimen que obligó a cambiarle el nombre, hoy se llama Las Olas y le pusieron así para aprovechar algunas letras del cartel original).

Mi imaginación había dibujado a grandes rasgos su contorno con razonable aproximación. Resultaron ciertos los matices de una estética sobria, serena, pero quedaron fuera de cálculo sus ojos tibios y atentos, sus manos elegantes y aquella mirada hospitalaria, abierta de par en par (el resto de los detalles no me pasó inadvertido, me los callo porque no vienen al caso).

Así le escribí: "Dios, quien ante todo es sensato, tuvo fundados motivos para excluir tu belleza templada de sus huestes de vírgenes y eunucos (...) en su lugar hubiese hecho lo mismo".

"Menos textos, más presencia. El mejor rumbo." - respondió.

Faltaba poco para el día D, tenía que prepararme. Busqué en todas las grandes librerías del centro una obra de Popper de la que habíamos estado hablando y la última edición estaba agotada. Pero tenía que ser ese libro y no otro, era una cuestión de estado. Un librero me lo consiguió para el jueves de esa semana pero al doble (por lo menos) del precio de lista. Primer ítem: listo.

Por las dudas le hice un service completo al auto (era modelo '99, no tenía ni dos años y estaba muy bien cuidado, pero uno nunca sabe). Segundo ítem: listo.

Me compré un traje, una camisa y una corbata. Tercer ítem: listo.

Le pedí a mi secretaria que hiciera reservaciones para dos en un restaurante de Martínez, cuyo nombre no recordaba, pero que tenía antorchas en la puerta. ¿Y cómo lo encuentro? - preguntó - ¿Querés que cambiemos tareas, vos auditas juicios y yo lo busco? - contesté. Se fué murmurando obscenidades. Volvió para decirme que no lo ubicó en internet, ni siquiera en la guía de restaurantes. - Bueno, ya dijiste dónde no lo encontraste, volvé cuando sí lo encuentres - le sugerí amablemente. De salida vi el prolijo papelito amarillo pegado sobre el escritorio donde se leía de su puño y letra: "No lo encontré y te vas a la mierda". Iba a la cita sin un plan, estaba deshauciado.

Llegué diez minutos antes de la hora convenida y toqué el portero eléctrico. - Ya bajo - dijo ella. El "ya" duró bastante más que un instante.

Finalmente cenamos en un lugar tranquilo de San Isidro, con ambiente propicio para la intimidad. Yo tenía (los nervios de punta) una ligera inquietud, ordené trucha con papas rejilla (no me creí capaz de tragar algo más consistente) y un vino rosado de uvas malbec. Ella se plegó a mi pedido. Conversamos y conversamos (y yo no podía pinchar las malditas papas con el tenedor, de tan crocantes se hacían astillas al primer intento). "¿Por qué no las agarrás con la mano como hace todo el mundo?" - dijo - (porque esta noche soy el Duque de Orleans, carajo!).

Frente a ella yo estaba en el país de la mismidad, ese territorio agradable donde se puede ser uno mismo liso y llano, despreocupadamente, y decir lo que se piensa, y sentir como uno siente. No tardó en conectarse con mi angustia, así como estaba, sin datos ni mapas, ni siquiera alguna pista del torbellino que me pasaba por la cabeza.

Pagué la cuenta y salimos, le propuse tomar el café en algún otro sitio. Anduvimos bastante hasta encontrar un barcito abierto. Seguimos hablando (mas bien yo seguí parloteando) hasta que en cierto punto me dijo: "Ya no puedo seguirte el ritmo, lo que me contás requiere oídos bien atentos y ya estoy muerta de cansada" (traducción: por qué no te callás de una maldita vez que me tenés recontrapodrida).

Definitivamente dos cosas; 1) no era muy ducha en el uno a uno entre géneros, y 2) ya era hora de irse.

jueves, 17 de abril de 2008

6.

En lo que tardó en llegar su respuesta la palabra "ansiedad" cobró un nuevo y monstruoso significado. No es que albergara ilusiones después de semejante sacudón al bote, pero me exhasperaba pensar (y podía escuchar mis propios pensamientos) que simplemente se desvaneciera como una burbuja, porque, y esto es algo que sé respecto a como soy, en ese caso la (perdería) dejaría en paz. Revisé sistemáticamente la casilla, a intervalos de un minuto y medio, esperando lo que fuera; recriminación, desaire, despedida, y en el mejor de los mundos una rendija, no más ancha que el filo de una navaja, de esperanza.

Por fin,

From: Bacigalupo
To:
Pablo Manzano
Sent: Saturday, October 06, 2001 11:49 PM
Subject: no encuentro el signo en mi teclado

Estoy en problemas, mi querido Pablo: no encuentro en mi teclado un signo tipográfico que haga aparecer en tu pantalla mi sonrisa. Salgo de tu torre, para volver a entrar y recomenzar todo de nuevo. Mientras estés ahí (corregido y aumentado), yo aquí para vos. El tiempo dirá si podemos ser amigos. O si lo que podíamos ser, ya lo fuimos. Tenemos en nuestro haber unas páginas hermosas. (Un happy end las hubiese degradado.) Creo que merecemos esa cena. Llamame.

Mi beso en tu frente, Mónica.


(Todavía tenía pulso, estaba apenas vivo pero ningún médico se hubiera atrevido a firmar el certificado de defunción).

"Hay más finales felices de los que Hollywood muestra" - le escribí. Faltaba toda la vida para el viernes siguiente y los textos, cada vez más breves, empezaban a desteñirse.

Tenía aprendido que el éxito en cualquier empresa humana depende en buena medida de la claridad de objetivos, pero mi mente era un sólo deseo y me volví perfectamente incapaz de razonar. Otros asuntos, más próximos e igualmente urgentes, reclamaban también su cuota de cordura, pero yo no podía pensar, sólo sentía.

El lunes 8 de cotubre me esperaban en casa de mi hermano (en Palermo) para festejar el cumpleaños de mi cuñada. Subí al auto a la hora convenida y se manejó solo hasta cierta dirección que destellaba en mi frente como un cartel de neón.

Llegué hasta su puerta y llamé por teléfono. Por supuesto no estaba (qué está haciendo Dios cuando pasan estas catástrofes), dejé mensaje en su contestador y esperé. A esta hora (las seis de la tarde mas o menos) toda buena chica debería estar en su casa. Entretanto llamé a mi hermano para soltarle el repertorio completo de las excusas conocidas.

Habían pasado cuarenta y cinco minutos cuando sonó el celular. Ella me dijo que le diera algo de tiempo para arreglarse y salíamos a tomar un café. Tardaría más de una hora en abrir la puerta del acompañante.

Me tomó un momento registarla, descomponer su imágen en miles de puntos y volver a ensamblarla. Todo me gustó, su interioridad, su voz y su presencia hacían juego.

Tras un beso muy cortés me dijo de lo más sonriente: "No pudiste esperar hasta el viernes".
Mientras manejaba hacia Barrancas de Alvear (un bar a la orilla del río) iba reflexionando: - Si esta chica tuviera la menor pericia en el arte de seducir no habría dicho eso -.

Nos dieron las diez, hablando de atardeceres y soledades, y yo no podía dejar de mirarle la boca.

martes, 15 de abril de 2008

5.

A las seis de la tarde la oficina quedaba desierta. Con el corazón en un vuelco digité los numeros en el orden dispuesto conteniendo la respiración. Ella contestó y yo supe que sonreía mientras hablaba. Después la maniobra se hizo rito y hablamos por teléfono en promedio una hora y media todos los días durante tres días. Hicimos un pacto tácito; ella no hacía preguntas y yo no decía mentiras. La conversación acudía de buena gana, no forzábamos las palabras, era como la escritura pero con mayor caudal (bastante mayor en realidad). Me daba gusto escucharla y me daba el tiempo que hiciera falta para sacarme el gusto.
Sin embargo no perdimos el hábito de los mail que ya tenían vida propia y autonomía.

Nunca fuí bueno para los halagos, simplemente no se me dan. Quise que supiera que tan alto había llegado su imagen en mi fantasía y elegí una metáfora desafortunada: "¿Cómo llamarías a un sentimiento híbrido de pulsión desesperante por alcanzar algo deseado y miedo a no saber qué hacer después? Betelgeuse es el nombre de una de las estrellas más grandes conocidas por el hombre, distante a 430 años luz de la Tierra y con un diámetro de 980 millones de kilómetros (esto es 700 veces mayor que el del sol). El problema mayor no es llegar a ella sino estar a la altura de semejante conquista".
Ella devolvió la cortesía con el acento en parió: "Una estrella es aterrorizante; que te comparen con ella, una fatalidad. Hubiese preferido que sintieras que algún día podríamos ir a pescar".

(¿Quién te manda a oficiar de Casanova improvisado? Ya estás grande y pelotudo).

Le ofrecí una cena en desagravio y aceptó. Fué un viernes 5 de octubre y quedamos para el viernes siguiente. Yo tenía mis razones.

Lo que ha de ser, será. La escritura me pareció lo más apropiado:

From: Pablo Manzano
To: Bacigalupo
Sent: Saturday, October 06, 2001 5:18 PM
Subject: Vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo suyo.

Bajo estas tres premisas, un jurista clásico de la antigua Roma (llamado curiosamente Paulo igual que yo) construyó el concepto que llegó hasta nuestros días con el nombre de equidad (aequitas). Mucho antes de pasar por las aulas de Derecho mi padre se ocupó de infundírmelas a fuego.

De ahí que no pueda sino contarte mi historia antes de mirarte por primera vez a la cara (una cosa es el juego de las palabras y otra muy distinta el navajazo de unos ojos heridos).

Cuando jóven solía ser imprudente y andariego, más inclinado a los gustos que a la reflexión. Como resultado de aquellas andanzas conocí una muchacha que resultó a la postre la madre de los dos hijos que tengo (Lucas y Melisa, adolescentes con todas las de la ley). La historia siguió el curso inevitable, terminó mal como todo lo que termina (de un mal amasijo nunca sale un buen pan decía mi abuela) dejando grandes saldos deudores de desconfianza y rencor. Saldados los pasivos, hoy es una relación de tipo societaria embarcada en la empresa de hacer prosperar el único patrimonio común (los niños) en tanto sea nuestro y no de la vida.

Lo que siguió fué peor. Con ese bagaje de desencanto a cuestas (y el orgullo invencible de no volver derrotado a la casa de los viejos) mi abuela me abrió las puertas de su casa. Aquellos años de trabajo arduo y convivencia armónica se vieron súbitamente interrumpidos por la entrada en escena de la amada de Catorce versos (llamémosla Dos), una hermosa contadora pública apenas graduada, cuya presencia dió por tierra con los recelos que supimos conseguir. Corría el año 1.990, cuando el amor (ese desesperado) hizo metástasis en todas las células de mi cuerpo. Además de políticamente correcta (soltera, profesional, virgen, bonita) era por entonces un torbellino arrasador, una luminaria inagotable. Con una ilusión más grande que Betelgeuse me casé en 1.992.

A poco de andar, la marcha se volvió desacompasada. Dos tenía un par de sentimientos muy marcados: el de la territorialidad y el de la propiedad. En semejante ecuación nunca cupo la variable "hijos ajenos" por lo que los chicos quedaron al margen del matrimonio, aunque no, por supuesto, de mi vida personal. Esto requirió un pequeño desplazamiento; no se puede estar en dos sitios al mismo tiempo. Me las arreglé bien diría yo (el buey solo bien se lame, otra de mi abuela).

A medida que los chicos crecían y se hacían menos demandantes fuí ganando tiempo para hacer mi carrera. El problema fué que el crecimiento económico de Dos se dió antes que el mío. Los reclamos de progreso se sumaron al paisaje cotidiano...

Estás alicaída, estás dudando,
no te bastan las pruebas ni las preces,
cada cómo te ofusca y cada cuándo.

Recorres el confort, las estrecheces
que quedaron atrás y es razonable
que reclames la vida que mereces,

las ventanas en paz, el techo estable.
Aunque yo, te confieso, prefería
(¿cómo querés mi vida que te hable?)

cuando tu vieja angustia estaba al día
con la angustia del mundo, cuando todo
tenía parte en tu melancolía.

Sé qué polvos trajeron estos lodos
pero saberlo no es la mejor suerte.
Inventaré quién sos, de todos modos

inventarte es mi forma de quererte.

Después de eso, la pulsión primaria, tener hijos propios. Un embarazo fallido y algún tiempo sin novedades, condujeron irremediablemente a la ciencia. Seis años y veinte mil dólares en tratamientos complejos y cruentos no arrojaron resultados ni hallazgos significativos. A partir de aquí la atención de Dos se enfocó exclusivamente hacia el éxito profesional y la acumulación de bienes materiales; lo primero fué fruto de su esfuerzo (eso hay que reconocérselo) lo segundo del de ambos.

Los sucesivos viajes por trabajo, las prolongadas jornadas de trabajo, el estudio constante de cada uno, (los refugios) nos transformaron paulatinamente en Fulanos de Nadie, nos apagaron. Seres mudos y errantes como fantasmas que eventualmente coinciden bajo un mismo techo sin tensiones graves, ni altisonancias ni nada que revele algún interés. No hay peleas en el sentido lato, pero tampoco comidas compartidas ni conversaciones. Hay cuando mucho mensajes.

La muerte de mi padre fué un hecho revelador. Cuando dió su último suspiro con su mano entre las mías, no había ningún rostro conocido. El abrazo de una médica residente cobijó mi tristeza todo el tramo que va desde la madrugada hasta la salida del sol. Ese día tuve noción de la cantidad de tiempo que había vivido solo.

Decías ayer que no entendías a la gente incapaz de hacer un quiebre de cintura para adaptarse a los avatares de la vida. En nuestro caso es simple: Dos se rehúsa a perder como el perro del hortelano; por mi parte, a la luz de las tres premisas que enuncié al principio, el que incumple un trato sigue siendo un incumplidor, el que comete adulterio un adúltero. Pacta sunt servanda (los pactos hacen siervos).

En este contexto, tu doble clik sobre mi apodo nos puso frente a frente. Tenías que ser justamente vos (candor, inteligencia fina, donación de sí). Me resisto a pensar que fué un hecho casual. Mónica, lo que recibí de vos (como una esponja egoísta) me fué dado porque lo necesitaba, porque era "lo suyo de cada uno", donde hay una necesidad hay un derecho.

Esta es mi vida y no me quejo, ahora sabés lo mismo que yo.

PD1: Estuve revisando algunos textos sagrados y otros legales. No es pecado ni delito que dos buenos amigos compartan una cena conversando de lo que se les ocurra. La oferta sigue en pie.

PD2: Si no vuelvo a tener noticias tuyas te llamaré una vez más. Te estoy agradecido y necesito que lo sepas.

lunes, 14 de abril de 2008

4.

Revisar mi casilla de correo todos los días varias veces se transformó en un ritual gozoso, el punto más alto de lo mío cotidiano por entonces. No importaba la hora ni lo que debiera postergarse; yo estaba ahí en ese espacio virtual y ella siempre acudía. Me hacía sentir (acompañado) bien.
Tanto desvelo hecho de puras letras condujo inevitablemente a la confidencia. Le conté de mis molinos de viento, de mis aspiraciones, de mis gustos, de todo lo que puede decirse sin quedar desnudo. Nunca aseveré falsedades aunque reconozco que alguna vez disinulé lo verdadero.
Ella habló de una pesadilla recurrente en la que era envuelta por una ola gigantesca y le hablé del terror esencial y primario que compartíamos a no tener suficiente tiempo. Respondió: "Si nuestra conversación, en lugar de con la palabra escrita, se materializara con la voz y la presencia, te pasaría un mate y haría silencio. Pero no el silencio del que guarda para sí, sino el de quien contempla. Un silencio que es asentimiento a la presencia del otro, en todo su misterio y originalidad". Me moría por aceptar aquel mate.

No era a estas alturas el intercambio trivial entre dos desconocidos, sin embargo su pregunta me tomó desprevenido: "me pregunto qué mirada completará tanta belleza escondida. Pensá en todas las flores, todos los animales, todas las piedras que nunca serán vistas. A quién se entregarán. Porque aún sigo creyendo, contra toda esperanza, que el sentido es donación de sí. ¿Vos esperás que haya una gran mirada que te rescate de recaer en el secreto o habrá muchas miradas, fugaces, como pequeñas salvaciones?".

(El sentido es donación de sí ... si era cierto yo estaba en problemas serios).

La idea no me dejaba en paz; presentía el salto como quien anticipa el rumor de un manantial sin verlo todavía. ¡¡¿Por qué, maldita sea, si todo iba tan bien?!!

Debí decirle más de lo que quería, confesarle mis tensiones entre el sentido común y las ganas que tenía de (encontrarla) conocerla. Pero en cualquier apuesta se puede perderlo todo en lugar de ganar algo. Hicimos un trato (pacta sunt servanda rebus sic stantibus): Mientras estés ahí, yo aquí para vos.

"Qué extraño modo de estar" dijo mientras comparaba nuestro mail con un cometa fatigoso de larguísima cola.

Ese día empezó (la angustia) el desasosiego (cierto drogón petulante que Sonia admira diría ¿has visto alguna vez caer la lluvia en un día soleado?). Estaba lidiando con un miedo nuevo, oscuro como una caries: si ella se decidía por el cansancio yo le perdería pista sin manera de rastrearla. Le conté de esa soga que me buscaba el cuello. Y ella: "Elijo cada palabra que te escribo. No por prudencia sino por placer. Porque sí. Y porque espero me respondas. También temo que un día no lo hagas, que te canses, que te aburras. Pero los que estamos ' en el medio' sabemos que todo encuentro encierra despedidas. Y que nuestra mayor fidelidad se la debemos al camino".

Silencio de radio, todo lo que diga puede ser usado en mi contra. Al día siguiente un mail con la frase "jaque mate" en el asunto transportó dos series de cuatro números cada una separados por un guión.

Ahora mi mundo se movía hacia adelante.

miércoles, 9 de abril de 2008

3.

Hacía tiempo que la idea rectora de mis días era seguir, rodar y rodar como las piedras para no criar musgo. Aquella pantalla me daba un respiro cotidiano que se me fué haciendo ... bueno ... placentero.
Sabido su gusto por la literatura me aventuré a enviarle algunos versos que había escrito tiempo atrás para conocer su opinión y advirtió en ellos una súplica velada, un amor sin amada. Le conté de mis viajes de trabajo, de los paisajes de belleza hiriente a cuya conservación tributaba mi esfuerzo y ella dijo que aunque las heridas son, per se, escandalosas, hay algo de belleza en la humanidad herida. Un milagro aguerrido. También que sus paisajes fueron distintos a los míos, que su vida estuvo lejos de la serenidad de los monasterios y llena de la paz de meditar en las noches fatigosas y solitarias, después de haber compartido un día más con las pobres gentes. Uno tras otro viajaron los poemas con boleto redondo.
Entretanto la historia del hombre se movía hacia adelante sin retorno posible; caían las torres gemelas en el norte y aquí, en el sur mi Patria querida se desbarrancaba. Y nosotros tan campantes intercambiábamos quebrantos. Me habló de las zozobras económicas que atravesaba la empresa familiar en la que trabajaba y del temor por la salud de su hermano, uno de los directivos; yo le conté del mal intransigente y brutal que había derribado a mi padre hacía 5 meses (cuando todavía quedaba tanto por compartir) y de las cuatro frescas que le cantaría a Dios cuando lo viera cara a cara. Pensaba en aquellos mail como en los paños superpuestos de una cebolla. ¿Qué más habría?

Me faltan cifras pero las calculo, me faltan datos pero los vislumbro - amenacé - y ella me advirtió que estábamos en los extremos de la actitud más delicada que pueda tenerse frente al otro, aún frente al otro que vemos..

Ensayamos y erramos (ninguno de los dos resultó buen semiólogo).

Ella: Hasta ahora das con el perfil del protagonista de ' Grupo de familia' (Burt Lancaster), que dirigió Luchino Visconti. ¿La has visto?. En la película es un maduro profesor que vive solo, con una vieja criada. Su universo está compuesto de libros, objetos de arte y cuadros antiguos. Ha construído una soledad privilegiada y protegida, con delicados y agrietados espejos de la vida, que examina minuciosamente. Como toda historia digna de ser contada, ésta tiene su origen en una fractura. Quizá este hombre sumido en un sueño de equilibrios no tenga que ver con vos. Yo creo encontrarlo en tus poemas, en la manera en que, a veces, flexionás los verbos al dirigirte a mí, en cierto donaire en la escitura. Tus cincuenta años los fui sumando por la elegancia de tus poemas que remiten a otros tiempos.

Ahora mis percepciones: 1) Sos una mujer refugiada en vos misma (con algún escudo protector) probablemente debido a una crisis de fé, instruída de motu propio (de lo contrario, las letras y la filosofía hubieran sido opciones poco prácticas) y sumamente culta. Esto revela la necesidad de encontrar algo que buscas detenidamente (sin desesperación) y hasta ahora sin éxito, pero todavía no sé qué es.
2) No tenés hijos, de lo contrario el televisor se hubiera puesto en funciones hace rato. 3) Vivís cómoda pero adustamente y no tiene que ver con las zozobras económicas referidas. Es más bien porque las búsquedas interiores no requieren objetos tangibles. 4) Tu imágen es decorosa, prolija y sobria, desprovista de adornos y de maquillaje, y tiene sin embargo detalles naturales intrínsecos que te agradan lo bastante como para habitar tu cuerpo con serenidad. 5) Estás habituada a responder al llamado de los que te rodean (yo, por ejemplo, de alguna manera) con trato solícito, lo que me lleva a concluir que no sos el único ser viviente de tu casa. Probablemente convivas con muchas plantas o con alguna mascota (un gato me parece lo más apropiado en forma no excluyente). 6) Sos disciplinada y austera en la elección de las palabras, lo que me hace pensar que te gusta escuchar.¿Cómo voy hasta ahora?



Tengo 35 (la reputísima madre que lo parió) - pensé - y ella dijo: me has robado los colores (decorosa, prolija, sobria, adustamente, solícita, disciplinada, austera...) Tengo un lápiz de labios color malvón.

(No estaba mal, nada mal).

martes, 8 de abril de 2008

2.

Estaba entretenido, lo que ya era bastante por entonces. Quería hacer durar un poco más ese rato sólo mío de compartir sin riesgo las cosas que me gustan y no tenía nada (absolutamente nada) que perder. No había en el asunto, mayor expectativa que en cualquier otro encuentro despojado, digamos por ejemplo, la charla breve y cortés que pudiera mantenerse con un desconocido durante el viaje en ascensor. Sólo que esta era ... bueno ... muy interesante. Fui por más.

From: Pablo Manzano
To: Bacigalupo
Sent: Sunday, September 09, 2001 2:07 PM
Subject: Gracias

Estimada Mónica:

Antes que nada quisiera agradecerle (con convicción sincera) que compartiera conmigo mundos interiores (y anteriores) tan atesorados.
Lo segundo en orden de importancia es desearle de corazón que supere pronto aquello que la deprime, cualquiera sea su causa. En los tiempos que corren la alegría es un bien que amerita la más encendida defensa contra los ataques de la realidad.
Por lo demás le confieso, sentí alguna perturbación por el descubrimiento. Desde ya ignoraba su pasado monástico, pero eso no me afectó en absoluto. La pequeña conmoción viene del diálogo con alguien cuya espiritualidad es eje central de su vida (o al menos lo ha sido). Será quizá porque la formación racionalista y clásica tiende a quitar protagonismo al espíritu, que algunas de sus reflexiones representan para mí una habilidad imposible de adquirir. Mi perturbación, le decía, vino de esta certidumbre.
No creo tener nada escrito de Felisberto Hernández, pero su estado anímico me hace dudar respecto a la pericia del autor.
La saluda con afecto,

(Novarum)



Y ella me perdió el respeto, a tan poco tiempo vista.


From: Bacigalupo
To: Pablo Manzano
Sent: Sunday, September 09, 2001 6:33 PM
Subject: RE: Gracias

Vos escribís eligiendo cada palabra con la meticulosidad y precisión con la que se elige y retira un palito chino de esa montaña informe que amenaza a cada instante con desbarrancarse. Yo, con el mismo gesto atropellado de los niños que, en carnaval, hacen estallar bombitas de colores.

Si lees la palabra deprimida, te autorizo a que desdramatices el concepto y busques su razón de estar allí en función del conjunto. Como una pincelada. (Fe de erratas. Donde dice deprimida debe decir algo así: ' Es tanto lo que me conmueve cuando doy con alguien que sabe enredar palabras con magia y tanto mi deseo y tanta la distancia y ...' )

Felisberto Hernández recurre casi siempre a la memoria. Pero no evoca simplemente los sucesos del pasado sino que al apropiarse de la realidad, mediante el proceso de percepción, la transforma insuflando en los objetos y personas una vida extraña. Es literatura fantástica, pero no estrambótica. Una prosa sencilla y con gracia.

Espero que puedas leer alguno de sus cuentos y te guste. (El balcón
y Mi primer concierto me parecen encantadores) Por mi parte, me espera una tarde de sobrinos, cine y pochoclos pegoteados en la manga de mi saco.



(Disculpame Muñeca pero yo uso profesionalmente las palabras y te voy a enseñar tres o cuatro cositas para que te queden bien claras)


From: Pablo Manzano
To: Bacigalupo
Sent: Sunday, September 09, 2001 9:33 PM
Subject: Re: Gracias de nuevo

Estimada Mónica:

Poca diferencia hace la meticulosidad o el atropello en la selección de una palabra entre muchas. Cierto es que las palabras no establecen la cosa que designan, pero resultan convenciones generalmente aceptadas que permiten el lenguaje articulado (aún para Felisberto Hernández un piano es un instrumento musical y un acomodador es alguien que nos guía en el cine cuando se apaga la luz). Cuando se habla de depresión, difícilmente haya posiciones encontradas respecto a su significado; veamos:
1) Si digo que hay una depresión en el camino (aún si lo digo poéticamente) dudo que mi interlocutor mire hacia arriba. Eso significa que de modo tácito acordamos por lo menos que lo deprimido tiende hacia abajo.
2) Si Ud dice estar deprimida no veo cómo cuadre imaginar que quedó simplemente conmovida por una lectura, antes bien evocará tristeza en términos coloquiales o patología en lenguaje clínico.
No dejo de admitir la particular importancia que tienen para mí las palabras y la necesidad exhaustiva de precisar sus alcances (es una deformación profesional), pero eso no me impide interpretarlas en sentido diverso cuando hay acuerdo previo sobre el contexto en el que serán dichas. Las palabras son rótulos que les ponemos a las cosas, pegar una etiqueta de cavernet en una botella de borgoña en nada altera la sustancia de su contenido, pero siendo vinos tan distintos necesitamos dos palabras (en cada idioma) para señalarlos.
Hechas estas salvedades, te agradezco nuevamente las lecturas enviadas, las cuales disfruté mucho, y aprovecho para decirte que conserva plena vigencia la pregunta de rigor: ¿que más tienes?.
Cordialmente,

Pablo (a estas alturas ya no importa)



Y ella muy suelta,

From: Bacigalupo
To: Pablo Manzano
Sent: Tuesday, September 11, 2001 12:18 AM
Subject: RE: Gracias de nuevo

"explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome"

Te transcribo este pequeño poema de Alejandra Pizarnik. No hay dudas del significado de la palabra partir. Podríamos cambiarla por levar anclas, zarpar, sin alterar la imagen que en referencia a barco traza en estos versos. Sin embargo, porque la palabra está formando un todo poético, es posible hacer entrar en juego otros sentidos que están fluctuando en el texto. Me parece que el sentido general del poema me autoriza a leer partir con su acepción de dividir, de fracturar. Esto sería imposible en un artículo periodístico, por ejemplo.
La voz que enuncia está partida, es la que se va ( llevándome) y la que se queda (partió de mí) Esta doble marca pronominal da indicios de un sujeto desdoblado. También la lengua está quebrada, si no encuentra palabras de este mundo es porque las habrá de otro. Entonces, también, dos mundos.
Frente a una palabra hay un margen para que tome decisiones. Hay ciertas coordenadas que son las convenciones de las que hablás y cierta historia que toda palabra trae, diversa en cada cultura. El lugar en el que gesto mi decisión por un sentido entre varios posibles es el de mi interioridad: las experiencias vividas, un capital intelectual, deseos, miedos, etc.
De todas las palabras, la poética es la que me parece más sublime. La que al oscurecerse echa luz sobre nuestro mundo interno. Al velar su sentido, nos revela.
Cuánto disfruto conversando de este tema. Pero es tarde. Mañana, temprano, hay que salir a trabajar. Y si a mis párrafos nunca les pongo encabezamiento, ni firma, es porque los e-mail me parecen un modo peculiar de conversar. Otro arte sublime en extinción. ¿No te parece?



(Ah claro, tira la piedra y se va. Gané por abandono, o cuando mucho empatamos).

lunes, 7 de abril de 2008

1.

No era un día de esos que presagian la ocurrencia de eventos capaces de torcer el rumbo de la historia. Ni siquiera era una linda tarde. Movido por el aburrimiento encendí la computadora (que hasta entonces no era más que un instrumento para trabajar) y me sumé a la horda de pelotudos recién estrenados que solían agolparse en aquel chat. Ya iba de salida cuando alguien (una mujer que intuí profundamente perturbada a partir de la elección de su apodo "Condesa Bathory" - tal vez la más prolífica asesina serial después de Hitler) hizo doble click en mi apodo "Novarum" (del que seguramente algún psicólogo tendría también algo que decir).

Conversamos (no era técnicamente un coloquio pero si igual de entretenido) sobre la búsqueda de la verdad y el tema derivó en las lecturas que cada quien consideraba imprescindibles. Me recomendó un autor - Felisberto Hernandez - del que no había oído hablar, adviertiéndome que la magia de sus textos muchas veces la deprimía. Quedamos en que me mandaría unos links donde encontrar algún fragmento de su obra, y eso hizo. Tiempo después volví a asomarme pero ella ya no estaba allí.

Como suele sucederme con los archivos importantes los perdí. Ahora tenía una excusa.

From: Pablo Manzano
To: Bacigalupo
Sent: Saturday, September 01, 2001 3:56 PM
Subject: De Novarum

A Su Dignísima Alteza, la Condesa Bacigalupo, Señora del Condado de Bathory, Alta Protectora de los Humildes y Defensora de la Fe:

Permítaseme la gracia de dirigirme a Vuestra Merced a fin de anoticiarla del desgraciado evento del que ha sido víctima este humilde plebeyo y servidor.
Ocurre que en oportunidad de recibir su preciado mensaje guardé los datos en un diskette que he buscado afanosa pero infructuosamente desde entonces (¡condéneme la Providencia por semejante descuido!).
Es por ello que me atrevo a distraer a Su Alteza a fin de rogarle quiera concederme la gracia de reenviarme los textos con que a Su Magnanimidad plugo favorecerme en aquella ocasión.
Aprovecho Su Noble atención para hacerle llegar algunas citas de autores contemporáneos que han servido a este súbdito en horas de amarga incertidumbre.
Esperando prontas noticias de Su Merced y agradeciendo desde ya Su ilustrísima deferencia, saluda a Su Alteza con toda reverencia,

Novarum

“Buscaba la certeza. Estaba oprimido y desalentado cuando encontraba que la búsqueda de ella era fútil,” pero con el tiempo “Me he reconciliado con la incertidumbre, porque he crecido hasta verla como inevitable. He crecido para ver que el proceso en sus más altos niveles no es descubrimiento, sino creación y que las dudas e incertidumbres, las aspiraciones y los miedos, son parte del trabajo de la mente.” Benjamín Cardozo.

“la ciencia supone no adorar el ídolo de la certidumbre […] la adoración de este ídolo reprime la audacia y pone en peligro el rigor y la integridad de nuestras constataciones. La opinión equivocada de la ciencia se detalla en su pretensión de tener razón: pues lo que hace al hombre de ciencia no es su posesión del conocimiento, de la verdad irrefutable, sino su indagación de la verdad [realidad] persistente y temerariamente crítica”.
“La ciencia nunca persigue la ilusoria meta de que sus respuestas sean definitivas, ni siquiera probables; antes bien […] la de descubrir incesantemente problemas nuevos, más profundos y más generales y de sujetar nuestras respuestas (siempre provisionales) a contrastaciones constantemente renovadas y cada vez más rigurosas;” “en la lógica de la ciencia que he bosquejado es posible evitar el empleo de los conceptos de verdadero y falso: […] no es menester que digamos que una teoría es falsa, sino solamente que la contradice cierto conjunto de enunciados básicos aceptados.”
“Por consiguiente, la corroboración no es un «valor veritativo».” Karl Popper.

“En las definiciones dogmáticas la noción […] responde a una tendencia irreprimible de la razón: la búsqueda de lo incondicionado. En este caso lo que se busca es una fuente única, ilimitada y suprema, de toda normación y de toda justificación. Tal fuente, si la hay, está más allá de nuestras posibilidades de conocimiento y de expresión.” Genaro Carrió.


Y ella contestó...

From: Bacigalupo
To: Pablo Manzano
Sent: Saturday, September 02, 2001 19:38 PM
Subject: De Novarum


" Bien podría pensarse que esta fuga de la necesidad segura y sólida y esta tendencia a lo ambiguo y a lo indeterminado reflejan una condición de crisis de nuestro tiempo; o bien, por el contrario, que esta poética, en armonía con la ciencia de hoy, expresa la posibilidad positiva de un hombre abierto a una renovación continua de los propios esquemas de vida y conocimiento, productivamente comprometido en un progreso de las propias facultades y de los propios horizontes" Umberto Eco, Opera Aperta

Tus citas, querido Novarum, me remitieron a esta cita. Recuerdo haberla leído hace algunos años, no tantos, mientras acopiaba material para un trabajo sobre estética teológica. La belleza como camino. Supongo que yo ya era tierra fértil para que, lo que en otro momento hubiese sido una lectura más, me turbara profundamente.

Los últimos años de mi vida en el convento, me destinaron exclusivamente al estudio de la filosofía. Busqué apasionadamente la verdad. Pensé que era posible conocer la estructura íntima de la realidad, sin agotarla. Renunciar a la ilusión de las certezas no sólo trajo a mi vida un cambio de horizontes intelectuales. Debí abandonar un universo que me acogía desde mis diecisiete años; un modo de pensar, de vestir, de relacionarme con los demás. Un mundo.

Ya sé que no se puede aspirar a conocer una ' fuente única, ilimitada y suprema de toda normación y de toda justificación' , y sin embargo...



¿No es toda una novedad, una experiencia originalísima? - me dije mientras caía en la cuenta de que nuestro pequeño diálogo se volvía ... bueno, muy interesante.